Jean Jacques Rousseau-historia-biografia-filosofia-obras-Emilio-contrato social-educación

Jean Jacques Rousseau-historia-biografia-filosofía-obras-Emilio-contrato social-educación, resumen,aportaciones, política, psicología, bibliografía. (1712-1778) Nació en Ginebra[1]. Su vida y su carácter han sido expuestos por él mismo en sus Confesiones (publicadas póstumamente: 2 vols., 1782, 2* parte, 2 vols., 1789; 1» ed. completa, 1789) y en las Divagaciones de un paseante solitario (publicadas póstumamente, 1782) como los de un hombre en toda la verdad de la naturaleza».

El pensamiento de Rousseau no es, en efecto, el producto de una especulación racional, sino el resultado de su propia vida frente a todas las resistencias, la expresión de un pensar al que conviene como en muy pocos otros filósofos el nombre de existencial. Relacionado primeramente con los enciclopedistas, se separó muy pronto de ellos y sostuvo una penosa y amarga lucha con Voltaire.
Muy pronto se manifestó su rebeldía en su Discurso sobre las ciencias y las artes (1750) que obtuvo el primer premio en el concurso abierto por la Academia de Dijon sobre el tema de la influencia de la renovación de las artes y las ciencias en el desarrollo y elevación de las costumbres.

En este trabajo se trasluce ya su oposición al optimismo de los enciclopedistas, confiados en el poder esclarecedor de la cultura; en su opinión, las artes y ciencias, en cambio, no solamente no han depurado las costumbres, sino que las han corrompido.
Esta misma tesis es sostenida en su Discurso sobre los orígenes y fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1758), que presenta al hombre de la cultura como el producto de las sucesivas impurezas que se han adherido al hombre natural.
Sólo en este último se revela del modo más claro la bondad originaria del sentimiento y la relación directa con la Naturaleza. No se trata, en realidad, de una existencia perfecta anterior a la constitución de la sociedad y del nacimiento de la civilización.

Rousseau no predica la vuelta al hombre natural como la regresión a un supuesto estado primitivo, pero este estado constituye, por así decirlo, el punto de referencia hacia el cual se vuelve toda consideración de tipo social y moral. De ahí la teoría jurídica del Contrato social (Du contrat social ou principes du droit politique, 1762) completada con la pedagógica del Emilio (Emile ou sur l’éducation, 1762) en donde se señala el método para llegar a la pureza del hombre natural con la supresión de toda la maldad acumulada por la cultura artificiosa y por la desigualdad humana.

El medio para alcanzar este desiderátum es el desarrollo de las fuerzas naturalmente buenas del hombre, expresadas en sus sentimientos puros, con vistas a la formación de un nuevo estado social. Las pasiones y egoísmos nacidos al calor de dicha sociedad innatural quedan obviadas por la hipótesis del contrato social, en donde el individuo como tal se desvincula voluntariamente de las formas de relación interindividuales para someterse por consentimiento libre a la obediencia a las leyes determinadas por una voluntad general. Dichas leyes, que coinciden, además, con la forma natural de la existencia humana, no representan ya la coacción impuesta por las pasiones y por el egoísmo, sino la forma de la igualdad expresada simultáneamente en la ley común y en el sentimiento.

Este contrato no es, por consiguiente, el producto de una reflexión intelectual que incita a la constitución de la sociedad para evitar la destrucción del individuo; es la manifestación de la soberanía de la voluntad general en un Estado democrático puro, respetuoso de los derechos naturales de cada persona, cuya renuncia a la libertad no es más que la renuncia a la libertad de obrar con el egoísmo propio del estado de falsa civilización. La constitución concreta de un Estado semejante se aproxima, según Rousseau, a la democracia ginebrina de su tiempo, con un número limitado de magistrados que legislan y proponen las leyes al pueblo entero. Las teorías del contrato social influyeron considerablemente sobre la Revolución Francesa, que adoptó el lema «Igualdad, Libertad, Fraternidad» y que intentó en diversas ocasiones, particularmente en la constitución de 1793, copiar las líneas esenciales de la doctrina jurídica del Contrato.

Culminación del pensamiento de Rousseau son su confesión religiosa y concepción del mundo expuestas sobre todo en la «Profesión de fe del vicario saboyano». Lo que el corazón admite como evidente cuando es sinceramente consultado es para Rousseau el fundamento de toda posición teórica y de toda actitud práctica. El hombre se siente como un ser limitado y humillado, anonadado ante la inmensidad de la Naturaleza y vinculado, por medio de un sentimiento de confianza, a un Dios infinitamente potente y sabio. Esta relación con la divinidad es una relación inmediata, hostil a los «intermediarios», a las autoridades y a las tradiciones que suelen aparecer en las religiones positivas.

Toda impureza de la razón trastornada por el egoísmo de la cultura debe eliminarse con el fin de alcanzar ese estadio de completa sinceridad, donde lo íntimo se identifica con lo universal.

Comprender adecuadamente el pensamiento de Rousseau exige entender suficientemente su personalidad. Pero entender esta última supone no dejarse desorientar por los aspectos «contradictorios» que la constituyen; ambos son igualmente necesarios para poder dibujar un cuadro completo del espíritu rousseauniano. Así, se encontrará por igual en Rousseau un impulso hacia la purificación y otro hacia la prosecución hasta el final de todas las experiencias, un llamado constante al corazón y el frecuente freno de la razón, la manifestación de la alegría y el desbordamiento vital y la expresión del dolor, del pesimismo y de la amargura. En la primera de las Divagaciones (Rêveries) de un paseante solitario Rousseau se presenta como un «pobre mortal infortunado» que se halla «tranquilo en el fondo del abismo». Parece que la amargura predomina. Pero esta es sólo una cara de su experiencia vital y de su pensamiento; tan pronto como aparece otra «alma amante», Rousseau se vuelca hacia ella y descubre que la verdad del propio yo puede encontrarse únicamente en la comunidad.

El Discours sur les sciences et les arts respondía al problema planteado por la Academia de Dijon: Si le rétablissement des sciences et des arts a contribué à épurer les moeurs. El título original del otro discurso es: Discours sur l’origine et les fonfements de l’inégalité parmi les hommes.

A estas obras, a las Confesiones, al Contrato Social, al Emilio y a las Rêveries du promeneur solitaire en el texto del artículo hay que agregar Julie ou la nouvelle Héloïse (1761). Ediciones de obras: Paris (1764, 1782). La edición de Musset- Pathey apareció en 22 vols., en 1818-1820. La edición de A. de Latour, en 1868. Ed. de obras en la colección La Pléiade, desde 1959 (I, 1959, ed. B. Gagncbin, R. Osmont, M. Raymond; II, 1961, ed. B. Guyon, J. Scherer, C. Guyot). —· Edición de Correspondance, por Théophile Dûfour, 20 vols. (1924-1934). Desde 1905 se publican en Ginebra los Annales de la Société Jean-Jacques Rousseau.
Hay trad. esp. de las obras más importantes.
— Bibliografía: J. Sénelier, Bibliographie générale des œuvres de J. J. Rousseau, 1950. — Véase L. Moreau, /. /. Rousseau et le siècle philosophique, 1870. — John Morley, Rousseau, 2 vols., 1873. ·— R. Mahrenholtz, /. /. Rousseaus Leben, GeistesentwicHung und Hauptwerke, 1889. — H. Höffding, Rousseau und seine Philosophie, 1897 (trad, esp., 1931). — J. Benrubi, Rousseaus ethisches Ideal, 1904 (Dis.). —· E. Rod, L’affaire J. J. Rousseau, 1906. — F. Macdonald, /. /. Rousseau, 2 vols., 1906. — J. Lemaître, /. /. Rousseau, 1907. — G. Chinni, Le fonti dell’Êmile di Rousseau, 1908. — C. de Girardin, Iconographie de J. J. Rousseau. Portraits, scènes, habitations, souvenirs, 1909. (Para introducción biográfico-histórica e iconografía en español, véase el volumen de R. P. Labrousse, Rousseau, 1945). — J. Morel, Recherches sur les sources du Discours de J. J. Rousseau sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, 1910. — E. Faguet, Vie de Rousseau, 1911. — G. Capponi, Der allgemeine Wille im Gesellschaftsvertrage von J. J. Rousseau. Ein Versuch, 1912. — Id., id., /. /. Rousseau e la rivoluzione fran cese, 1912. — Varios autores (Delbos, Parodi, Mornet, Dwelshauvers, Bougie, etc.). Lecciones profesadas en l’École des Hautes Études sociales sobre Rousseau, 1912. — B. Bouvier, Rousseau, 1912. — P. Sakmann, /. /. Rousseau, 1913, 2′ ed., 1923. — Ernst Cassirer, «Das Problem J. J. R.», Archiv für Geschichte der Philosophie, XLI (1932), 177-213, 479-513 (trad, inglesa, con una extensa introducción por Peter Hay: The Cuestión of ].- J. R., 1954). — Rodolfo Mondolfo, Introduzione a Rousseau, 1934, 2* ed., aumentada, con el título: Rousseau e la coscienza moderna, 1954 (trad, esp.: Rousseau y la conciencia moderna, 1954). —’ R. Hubert, Rousseau et l’Encyclopédie. Essai sur la formation des idées politiques de Rousseau, 1928. — A. Schinz, La pensée de J. J. Rousseau, 1929.—Id., id., Etat présent des travaux sur }. J. Rousseau, 1941. — Robert Derathé, Le rationalisme do J. J. Rousseau, 1948. — B. Groethuysen, /. /. Rousseau, 1949. — P. Burgelin, La philosophie de l’existence de J. J. Rousseau, 1952. — G. di Napoli, II pensicro di G. G. Rousseau, 1953. — F. C. Green, /.-/. Rousseau: a Critical Study of His Life and Writings, 1955. — Lourival Gomes Machado, Homem e sociedade na teoría política de }.-}. R., 1956. — Jean Starobinski, /.-/. R.: la transparence et l’obstacle, 1957. — Id., id., «J.-J. R. et le péril de la réflexion», en el volumen del autor: L’Oeil vivant, 1961, págs. 91-190. — Giuseppe Agostino Roggerone, Le idee di G. G. R., 1961.
— F. Jostj J.-J. R. Étude sur sa personnalité et sa pensée, 2 vols., 1961.
— Jean Guéhenno, /.-/. R. Histoire d’une conscience, nueva ed., 2 vols., 1962. — M. de la Cueva, F. Larroyo, J. Gaos et al, J.-J. R. (Presencia de R.), 1962. — J. H. Broome, R.: A Study of His Thought, 1963.»[2]

[1] “Su madre, Suzanne Bernard, muere a los pocos días de haber dado a luz, y su padre, Isaac Rousseau, le educa en casa leyendo con él novelas sentimentales y las Vidas de Plutarco, pero cuando por causa de un duelo se ve obligado a exiliarse de Ginebra para evitar la cárcel, abandona al pequeño Jean-Jacques de diez años de edad, que es acogido por su tío y enviado a vivir a pensión, junto con su propio hijo, en casa de un clérigo, donde recibe por primera vez una cierta educación escolar. Vuelto a Ginebra, entra a trabajar como aprendiz de escribano y de grabador. Cuatro años más tarde, en 1728, abandona su casa y Ginebra, tras llegar tarde a la ciudad y ver de lejos cómo se le cierran las puertas, y a sus dieciséis años se lanza al mundo aventuradamente.
En Annecy, Saboya, es acogido por un clérigo, que lo recomienda a una conversa al catolicismo, Mme. de Warens, quien a su vez lo envía a un catecumenado en Turín, donde abandona el calvinismo y es bautizado como católico; sirve como criado durante un tiempo en esta ciudad, y finalmente vuelve con Mme. de Warens, con quien establece una amistad materno-filial, que con el tiempo se transforma en amorosa y apasionada. Transcurren diez años de lecturas, estudios, obras literarias de poca monta, aventuras, viajes, rupturas y regresos a Annecy, hasta que se produce la ruptura definitiva con la mujer que hasta entonces le había dado estabilidad emocional. Marcha a París, donde presenta a la Academia de Ciencias un Proyecto concerniente a nuevos signos para la música, que es rechazado; compone la ópera Les Muses galantes, Mme. d´Épinay lo introduce en el ambiente distinguido y es nombrado secretario de embajada en Venecia. Vuelve a París en 1744 y comienza su trato con los philosophes, Diderot y d´Alembert sobre todo, y su colaboración en artículos para la Enciclopedia; conoce por esta época a Thérèse Levasseur, una mujer analfabeta a quien toma por compañera para toda la vida y con quien tendrá cinco hijos que serán depositados todos en la Maternidad pública. En 1749 va a visitar a Diderot, que se encuentra en la cárcel de Vincennes, y por el camino lee en el «Mercure de France» la convocatoria de un premio de moral por la Academia de Dijon, sobre el tema «Si el establecimiento de las ciencias y las artes han contribuido a depurar las costumbres».
Su respuesta en forma de un «no» decidido, como crítica a los valores culturales de la sociedad de su tiempo y a los ideales ilustrados, constituye su primera obra importante, Discurso sobre las ciencias y las artes, premiada por la Academia y publicada en 1750. Aquí comienza el itinerario filosófico de Rousseau. La temática de esta primera obra es causa de una intensa polémica, que le da celebridad y que le obliga, hasta cierto punto, a proseguir por la misma línea. Tras decidir ganarse la vida como copista de música, se reconcilia con el protestantismo y con la ciudad de Ginebra y publica alguna ópera (Le Devin du village); en 1754 escribe Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, también como respuesta a una nueva convocatoria de la Academia de Dijon, que se pregunta «Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres y si la ley natural la justifica»; esta segunda obra, de mayor profundidad filosófica que la primera, no resulta premiada, pero Rousseau la publica en Amsterdam, en 1755, y la dedica a la república de Ginebra. En ella apunta la idea central del pensamiento de Rousseau: hallar en uno mismo aquella parte de naturaleza que la sociedad todavía no ha empeorado. Voltaire le comunica que ha recibido este «nuevo libro contra el género humano», y se lo agradece. Su actitud de negación y de reformador le hace sentirse incómodo en París, y acepta que su amiga Mme. d´Épinay le ceda su casa de campo, el Ermitage, para retirarse; allí trabaja intensamente, y lo hace luego en Mont-Louis à Montmorency y más tarde en el Petit-Château de Montmorency, donde permanece seis años. Durante este período, alterado por los vaivenes amorosos y las amistades rotas (con Diderot, con Voltaire), Rousseau escribe Carta a Voltaire sobre la providencia (1756) -en respuesta a su Poema sobre el desastre de Lisboa-, Cartas morales a Sofía (1757-1758), Carta a d´Alembert sobre los espectáculos (1758) -en respuesta a un artículo de éste, «Ginebra», en la Enciclopedia -, Julia o la nueva Eloísa (1756-1760) -tras enamorarse de su sobrina Sophie d ´Houdetot-, Emilio (1759-1761), El contrato social (1760-1761) y Cartas autobiográficas a Malesherbes (1762). Es la época de su mejor producción literaria, pero sus obras, sobre todo Emilio y El contrato social, son rechazadas en Francia y, por la primera de ellas, se le ordena prisión. Rousseau, privado ya de influencias y amigos, ha de huir a Suiza. Pero Ginebra prohíbe también Emilio y El contrato social y los envía a la hoguera; otros países, ciudades o universidades prohíben asimismo sus obras, y Rousseau se refugia en Môtiers-Travers, en Neuchâtel, bajo la protección de Federico II de Prusia; adopta desde entonces el traje armenio, y allí escribe Carta a Christophe de Beaumont (1763), en la que defiende las ideas de La profesión de fe de un vicario saboyano, incluida en el libro IV de Emilio, condenado por el arzobispo de París. En Cartas escritas desde la montaña (1764) rechaza el trato que la ciudad de Ginebra otorga a sus obras. La hostilidad contra él va creciendo por doquier: su casa es apedreada por incitación del cura de Môitiers; se marcha a la isla de Saint-Pierre y, finalmente, acepta la invitación de David Hume, amigo suyo, para trasladarse a Inglaterra. Instalado primero en Chiswick, en 1766, pasa luego a Wooton, pero las tensiones y el temor que lleva dentro hacen que se sienta perseguido y desconfíe incluso de Hume, y huye angustiado de Inglaterra volviendo a Francia con el nombre de Renou. Vaga por Francia, se casa civilmente con Thérèse Levasseur, en 1768, y se establece en París en 1770 donde permanece hasta 1778; vuelve a copiar música, clasifica hierbas y escribe sobre botánica Mientras tanto ha publicado Confesiones (1767-1771), escritas en buena parte durante su estancia en Inglaterra, y escribe y no acaba Las ensoñaciones del paseante solitario. Se traslada en 1778 a Ermenonville, al castillo del marqués de Girardin, donde muere de apoplejía. El 9 de octubre de 1779, por decisión de la Asamblea Constituyente, sus restos son trasladados al Panteón.” Tomado de: Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
[2] Tomado de Ferrater Mora José. Diccionario de Filosofía. Editorial suramericana Buenos Aires. Quinta Edición 1964.

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