José Bonaparte-historia-biografia

Joseph, Giuseppe o José Bonaparte, nació en Corte (Córcega) el 7 de enero de 1768, en plena tormenta del otoño, llegando a ser diplomático, político y militar.

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José Bonaparte fue bautizado como Giuseppe Hijo de Carlo Buonaparte y Letizia Ramolino, era el hermano mayor de Napoleón I (le llevaba diez y nueve meses de edad), nacido en pleno levantamiento de los corsos contra los invasores franceses de su patria. Su padre era seguidor de Pasquale Paoli, líder de los patriotas corsos.

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Desde pequeño manifestó la calma que presumiblemente tenían los sacerdotes luego lo indujeron a la carrera eclesiástica. Al cumplir los 16 años se resiste a ingresar al seminario de Aix y decide convertirse en oficial. Napoleón creía que podría ser un buen oficial de guarnición pero que tendría mayor futuro en la carrera eclesiástica.

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Pero Joseph decide ser abogado y lo logra. A los 23 años ya se ocupaba de política y llegó a ser miembro del consejo de Ajaccio.
Al igual que sus hermanos, José Bonaparte abrazó la causa republicana y francesa, con la victoria del patriota corso Pasquale Paoli, se vio obligado a salir de Córcega a buscar refugio en Francia.
Para 1793, el mismo año del Destierro Buonaparte había abrazado la logia masónica, Perfecta Sinceridad, en Marsella.
Un año más tarde el elegante José obtiene la mano de Marie Julie Clary (1771-1845), la hermana de Désirée (hijas de un comerciante de Marsella), casándose el 1 de agosto de 1794 en Cuges-les-Pins , Francia.
En 1796 acompañó a Napoleón en la primera parte de su campaña italiana en hizo parte de las negociaciones con Cerdeña que llevó a la armisticio de Cherasco. A continuación, tomó parte en la expedición francesa para la recuperación de Córcega y ayudó en la reorganización de la isla. Fue nombrado por el Directorio como ministro ante el tribunal de Parma (1797) y luego a Roma. A fines de 1797 regresó a París y se convirtió en uno de los miembros de Córcega en el Consejo de los Quinientos. Se beneficiaba entonces desde un comienzo de la gloria de su hermano Napoleón.
José hizo poco en el golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre de 1799). Fue miembro del Consejo de Estado y del Cuerpo del órgano legislativo; llevó a feliz término un tratado de paz en Mortfontaine con los Estados Unidos (1800). También presidió las negociaciones para el Tratado de Lunéville con Austria (1801), y fue uno de los que representó a Francia en las conversaciones con el enviado británico, Lord Cornwallis, que condujo a firmar el tratado de Amiens (1802), que marcó la total pacificación de Europa por parte de Napoleón. Un año más tarde, sin embargo, las relaciones entre Inglaterra y Francia se rompieron, y los esfuerzos diplomáticos de José mostraron vanos.
En cuanto a la cuestión de la consolidación del poder de Napoleón como primer cónsul vitalicio (1 de agosto de 1802) con la facultad de designar su propio sucesor, Napoleón, al no tener herederos, era motivo de las pugnas familiares. José Bonaparte[1] quería ser su heredero pero el hecho de ser padre de dos niñas no motivaba mucho a Napoleón. Era el mayor de los hermanos, se ofendió y no lo disimuló. «Napoleón habría preferido a Lucien; pero Lucien no aceptaba romper su unión con madame Jouberthon, un matrimonio irregular que nunca fue aceptado por Napoleón; los dos hermanos disputaron en relación con este tema y el encolerizado Lucien se fue a vivir a Italia. El hermano siguiente de Napoleón era Louis, casado con Hortense, pero padecía una extraña enfermedad de la sangre, y ya soportaba una invalidez parcial. Napoleón quería adoptar al hijo de Louis, pero éste se opuso enérgicamente a que se lo ignorase e hizo una escena. Se armó un escándalo tan grave que Napoleón postergó el momento de designar heredero…».
José Napoleón se negó a aceptar la oferta de ser rey de Lombardía (Italia), conservando aún la esperanza de ser declarado heredero al trono francés (siendo su hermano ya Emperador de los franceses)[2].
Después de actuar durante un año como jefe del gobierno francés, mientras Napoleón se encontraba en Alemania, José fue enviado a Nápoles para expulsar a la dinastía borbónica (1806)[3]. Proclamado rey de Nápoles, por decreto imperial más tarde el mismo año, abolió la reliquias del feudalismo, la reforma de las órdenes monásticas, y reorganizó la administración de justicia, financiera, y los sistemas educativos[4]. Gobernó entonces con tino y prudencia José Bonaparte como rey de Nápoles hasta 1808. Ese año, tras la abdicación de los reyes de España fue llamado a reinar allí por su hermano Napoleón.
Poco tiempo después de la maniobra de Bayona José I hace su entrada en Madrid, el 20 de julio, acogido si no por el entusiasmo del pueblo, al menos con homenajes y salvas de encargo.
Pero José Bonaparte hizo lo suyo: “dio a España su primera Constitución, con un cuerpo legislativo de dos cámaras que incluía un senado de 24 integrantes propuestos por Joseph, y una cámara de 162 diputados que representaban a los tres estados.

Se levantaba al alba para oír misa, asistía a las corridas de toros, en la comida ingería fuentes enteras de aceitoso arroz a la valenciana, un plato que le desagradaba, y después leía a Racine, Voltaire, Cervantes y Calderón. Ordenó demoler las feas chozas que rodeaban el palacio, y en otros lugares de Madrid diseñó plazas que eran vergeles, por ello mereció el nombre de «rey de las plazuelas». La fórmula era muy parecida a la que aplicó en Nápoles; la única diferencia fue que aquí fracasó.
Napoleón no necesitaba extender a España su dominio; invadió ese país movido por un espíritu quijotesco, porque aborrecía el dominio inquisitorial de los Borbones y de Godoy. Por una vez se desentendió de la lección de la historia, y creyó que conquistaría España en un par de meses cuando Roma había necesitado doscientos años. Además cometió un grave error de cálculo cuando calibró la oposición religiosa.
Napoleón concebía al clero en los términos de Rousseau, como un factor debilitador y antisocial, pero comprobaría que en España formaba una red sólida y de espíritu patriótico.
El clero español detestaba la Revolución Francesa. Con la llegada del hermano de Napoleón, los obispos anticipaban la confiscación de sus propiedades y el clero ordinario el fin de su influencia como docentes y guías espirituales. Desde veinte mil pulpitos y otros tantos confesionarios desencadenaron una ofensiva tan letal como la de un ejército. Estigmatizaron a Napoleón con la afirmación de que era el Anticristo; de Joseph dijeron que era «un ateo, un enviado de Satán, e incluso lo describieron como el más bajo de los borrachos, cuando él bebía sólo agua». El 23 de mayo de 1808 el canónigo Llano Ponte convocó a la provincia de Oviedo a tomar las armas y formar una junta que declaró la guerra a Napoleón. En Valencia, el canónigo Galbo asumió el control de la ciudad y la noche del 5 de junio dirigió la masacre de 338 franceses.
Durante tres meses el propio Napoleón salió de campaña contra los españoles, y ganó cuatro batallas. Después, tuvo que regresar a Austria y dejó a Joseph a cargo de la jefatura. Joseph creía ser soldado, pero carecía de fibra y rudeza. Cometió errores. Ante cada error. Napoleón le escribió una carta implacable. Finalmente, la situación se deterioró tanto que en febrero de 1810 Napoleón puso a las provincias que estaban al norte del Ebro bajo un gobierno militar autónomo. Joseph se ofendió, se lo hizo saber a Napoleón y propuso abdicar. Napoleón se irritó porque Joseph deseaba abandonarlo y Joseph continuó en su puesto, pero durante tres años, con la maldición de una guerra de desgaste, hubo sentimientos amargos entre ambos hermanos.
Joseph gobernó España hasta 1813, cuando una nueva invasión de Wellington desde Portugal convirtió al país entero en campo de batalla.
Gobernó como el buen liberal que era, y aunque le desagradó el período que pasó en España, su dominio dio frutos, pues en 1812 las Cortes clandestinas, fieles a Fernando, hijo de Carlos IV, aprobaron una Constitución que habría de continuar siendo hasta el siglo actual la piedra de toque de las libertades españolas; y esta Constitución fue en casi todos los puntos el eco de lo que había formulado Joseph, desde la prohibición de la tortura hasta la liquidación del feudalismo. Sólo difiere en el artículo dos. Mientras Joseph proclamó la libertad de cultos y de conciencia, la Constitución de las Cortes prohibió la práctica de todo lo que no fuera la fe católica, «que es y continuará siendo la religión del pueblo español».
Este artículo es el eje de la diferencia entre los hermanos Bonaparte y los españoles.”

El gran error de Napoleón fue tal vez desconocer al pueblo español. Cuando éste se había sublevado para reconquistar su dignidad, Napoleón se rió de los rebeldes y los trató de incapaces: “dignos de Don Quijote. Ignorancia, arrogancia, crueldad, cobardía, he ahí el espectáculo que nos ofrecían. Los monjes y la Inquisición habían embrutecido al pueblo. Las tropas españolas combatían parapetándose en las casas como los árabes; los campesinos no valían más que los felahs egipcios; los monjes eran ignorantes y disolutos, y los nobles degenerados no tenían ni fuerza ni influencia”.

José Bonaparte quiso ganarse al pueblo español por el sentimiento y esto se lo criticaba duramente su hermano: “Quiere ser amado por los españoles y pretende hacerles creer en su amor. Los sentimientos de los reyes no tienen nada que ver con esas ternuras de nodriza, pues ante todo deben hacerse temer y respetar… ¡Pues claro está que hay otras personas a las que estimo tanto y más que a él! No es por estimación por lo que me he determinado a colocarlo en el trono. Si yo hubiese coronado al mérito, habría escogido de otro modo. Lo he hecho rey porque mi familia me era necesaria para asegurar mi dinastía, lo he hecho rey por sistema.”
El 13 de junio de 1813 sale José Bonaparte de España llevándose consigo joyas de la corona española y algunas obras de arte. Se refugia en Francia donde su hermano lo nombra Teniente general de Francia, encargado de la defensa de París.
El 30 de marzo de 1814, cuando las tropas de los aliados llegaron a París, José Bonaparte huyó, siguiendo las instrucciones de Napoleón. Después de la entrega de Napoleón en Rochefort, José Bonaparte fue a los Estados Unidos[5]; en 1830 abogó por el reconocimiento de las reivindicaciones del hijo de Napoleón, el duque de Reichstadt, al trono francés. Él visitó Inglaterra y luego durante un tiempo residió en Génova y luego en Florencia, donde murió, el 28 de julio de 1844.[6]

Ver también: Napoleón y Désirée

[1] Lo cual no quitaba su alianza con los escépticos ni que frecuentara el salón de Madame de Staël, donde la crítica se ceba en el primer Cónsul.
[2] José Bonaparte exhibía un desdén extremado por el Emperador (tal vez se sintiera desplazado a nivel familiar puesto que él era el mayor, presuntamente el jefe de la familia). Por orden suya, sus hijas lo llamaban aún Cónsul; frecuenta los medios democráticos rechaza el nombramiento de ministro pero acepta el Luxemburgo y los dos millones del infantazgo imperial.
[3] “Napoleón ordenó a su hermano Joseph que fuese a Napóles y que aboliese el feudalismo, promoviese los derechos del hombre y protegiese la costa contra la marina inglesa. Joseph era una elección conveniente, porque hablaba italiano. Como lo sugería su rostro pequeño y bien dibujado, carecía del impulso y la voluntad de Napoleón; pero era un trabajador esforzado, un hombre de mente abierta a quien sus amigos conocían como el «rey filósofo».”
[4] “Joseph ejecutó inmediatamente las órdenes de su hermano. El 2 de agosto de 1806 abolió todas las jurisdicciones relacionadas con los barones, todos los derechos que implicaban servicios personales, y todos los derechos de agua. Un mes después dividió todas las propiedades feudales entre los pequeños agricultores que las trabajaban. Recorrió las provincias —Fernando conocía únicamente la región de Napóles— y en cada una organizó un Consejo como primer paso del gobierno parlamentario. Ajuicio de los napolitanos liberales, esta medida representaba un programa tan considerable como el que el país podía soportar. Poco a poco aplicó el Código Napoleón, cuyos ejemplares los Borbones ya habían quemado públicamente.
Joseph encontró una deuda nacional de 130 millones de ducados, siete veces la que tenía Francia. La enjugó por completo vendiendo 213 propiedades monásticas y jubilando a los monjes con un estipendio anual que oscilaba entre 265 y 530 francos. Mantuvo tres grandes abadías, entre ellas Monte Cassino, con cien monjes «secularizados», que debían atender los archivos y la biblioteca, y para el futuro limitó el clero a cinco en lugar de sesenta por millar de habitantes. Joseph reformó por completo el sistema impositivo con el fin de favorecer a los pobres, y sustituyó veintitrés impuestos directos, algunos aplicados a las cosechas, por un único y nuevo impuesto basado en el ingreso estimado que superaba cierto nivel; y con el propósito de determinar dicho impuesto inició una encuesta catastral. Los impuestos en Napóles representaban un promedio de doce francos por persona, comparados con los veintisiete francos en Francia.”
[5] Según los planes de Napoleón, Joseph debía debia desposar a sus hijas con descendientes Washington o de Jefferson, y después retornar a Europa.
[6] Bonaparte, Joseph. (2008). Encyclopædia Britannica. Ultimate Reference Suite. Chicago: Encyclopædia Britannica.
Emil Ludwing. Napoleón. Editorial Juventud, S.A., Barcelona, 1929.
Cardona Castro Francisco Luis (director de la obra). Napoleón. Colección grandes biografías. Edimat Libros. ISBN: 84-8403-871-8.
Cronin Vincent. Napoleón Bonaparte, una biografía íntima. Ediciones B, S.A., 2003 para el sello Javier Vergara Editor Bailen, 84 – 08009 Barcelona (España).

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