Anecdotas sobre Abogados

Estas son alguna anécdotas sobre los abogados, que ojalá nos hagan reflexionar un poco al respecto:

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Es falso que los abogados no hagan nada. Se reúnen y deciden que no hay nada que hacer.

Lema del colegio de abogados: El hombre que es su propio abogado tiene por cliente a un imbécil.

Derecho internacional: El famosos erudito Hersch Lauterpacht solía decir: «El derecho internacional no es tan bueno. Crea leyes que los malvados no obeden y los honestos no necesitan».

Infierno: Un hombre de negocios llegó ante las puertas del cielo y, al ser interrogado por San Pedro, reclamó su derecho a un abogado. «Lo siento, dijo Pedro, no tenemos ninguno aquí arriba».

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Contratos: era un curioso contrato. La primera cláusula prohibía que leyeras alguna de las otras.

Orejas: El famoso abogado norteamericano Clarende Darrow solía contar esta historia para mostrar con qué facilidad incurren los abogados en el error de efectuar una pregunta de mas. Un hombre fue acusado de haber arrancado de un mordisco la oreja de otro hombre. Su abogado preguntó al testigo: » ¿vió usted a mi cliente morder la oreja de la víctima?» – No señor. En lugar de detenerse allí, el abogado prosiguió en tono triunfal: «¿cómo puede entonces, testificar que mi cliente arrancó de un mordisco la oreja de la víctima?» – ¡Porque la ví escupirla!.

Cómo llevar un caso.

Si los hechos están de su lado, apóyese en los hechos…Si las leyes están de su lado, apóyese en la leyes…Si nada está de su lado, no se apoye en las rejas, algunas están electrificadas.

Perjurio. El fiscal interroga a un hombre que alega haberse lesionado el brazo y el hombro en un accidente: «Enséñenos hasta qué altura puede alzar el brazo, por favor». El testigo levanta el brazo apenas unos centímetros, con evidente esfuerzo y dificultad. «Ahora muéstrenos cuánto podía levantarlo antes del accidente..» Y el brazo se eleva rápidamente en el aire.

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La verdad. Hay tres versiones en todo pleito legal (cosas de abogados): la del acusador, la del defensor y la verdad.

Abogados, queridos por unos, abominados por otros, pero terriblemente necesarios para todo aprieto con esas minucias legales.

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