Poemas de familia

Ahí va mi antología titulada: poemas de familia. Ojalá mueva piezas escondidas de sus corazones; alude a parientes, escenas familiares típicas, etc.
INFANCIA[1]

Esos recuerdos con olor de helecho
Son el idilio de la edad primera.
G. G. G[2]

Con el recuerdo vago de las cosas
Que embellecen el tiempo y la distancia,
Retornan a las almas cariñosas
Cual bandadas de blancas mariposas,
Los plácidos recuerdos de la infancia.

¡Caperucita, Barba azul, pequeños
Liliputienses, Gulliver gigante
Que flotáis en las brumas de los sueños,
Aquí tended las alas,
Que yo con alegría
Llamaré para haceros compañía
Al ratoncito Pérez y a Urdimalas!

¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
Donde la idea brilla,
De la maestra la cansada mano,
Sobre los grandes caracteres rojos
De la roja cartilla,
Donde el esbozo de un bosquejo vago,
Fruto de instantes de infantil despecho,
Las separadas letras juntas puso
Bajo la sombra de impasible techo.

En alas de la brisa
Del luminoso Agosto, blanca, inquieta
A la región de las errantes nubes
Hacer que se levante la cometa
En húmeda mañana;
Con el vestido nuevo hecho jirones,
En las ramas gomosas del cerezo
El nido sorprender de copetones;
Escuchar de la abuela
Las sencillas historias peregrinas;
Perseguir las errantes golondrinas,
Abandonar la escuela
Y organizar horrísona batalla
En donde hacen las piedras de metralla
Y el ajado pañuelo de bandera;
Componer el pesebre
De los silos del monte elevados;
Tras el largo paseo bullicioso
Traer la grama leve,
Los corales, el musgo codiciado,
Y en extraños paisajes peregrinos
Y perspectivas nunca imaginadas,
Hacer de áureas arenas los caminos
Y de talco brillante las cascadas.

Los reyes colocar en la colina
Y colgada del techo
La estrella que sus pasos encamina,
Y en el portal el Niño-Dios riente
Sobre el mullido lecho
De musgo gris y verdecino helecho.

¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
Cutis de níveo armiño,
Cabellera de oro,
Ojos vivos de plácidas miradas,
Cuán bello hacéis al inocente niño!

Infancia, valle ameno,
De calma y de frescura bendecida
Donde es suave el rayo
Del sol que abrasa el resto de la vida.
¡Como es de santa tu inocencia pura,
Cómo tus breves dichas transitorias,
Cómo es de dulce en horas de amargura
Dirigir al pasado la mirada
Y evocar tus memorias![3]

[1] Poema de José Asunción Silva.
[2] Gregorio Gutiérrez Gonzáles (1826-1872), autor de la memoria del maíz en Antioquia.
[3] Julio 28 de 1883. tomado de José Asunción Silva. Obra completa. Edición crítica de Héctor H. Orjuela. Consejo Nacional para la cultura y las artes, México 1992.

Poemas de familia, infancia, esposa
Poemas de familia, infancia, esposa


LA PRIMERA COMUNIÓN[4]
Todo en esos momentos respiraba/ una pureza mística;/ las luces matinales que alumbraban/ la ignorada capilla,/ los cantos religiosos que pausados/ hasta el cielo subían,/ el aroma suave del incienso/ al perderse en espiras/ las voces interiores de otro mundo/ sonoras y tranquilas,/ los dulces niños colocados junto al altar de rodillas/ y hasta los viejos santos en los lienzos/ de oscura vaga tinta/ bajo el polvo de siglos que los cubre/ mudos sonreían.

[4] Poema de José Asunción Silva que data posiblemente del 8 de diciembre de 1875, revisado tal vez el 8 de diciembre de 1881.

LA ENSEÑANZA
Me enseñaron muchas cosas, de verdad:
Logaritmos, sistemas y fórmulas.

De cuadrados, círculos y triángulos
También me explicaron la infinitud.
Me hablaron de «naturales milagros»,
Descubriéndome algunos secretos:
Sobre un vidrio: «la vida en el agua»,
Sobre el otro: «canales en la luna».

Y supe tantas cosas detalladas:
2πR, así que H2SO4,
Newton y Crookes, lámparas y manzanas,
Hidróxido y atmosféricos cambios.

Sé de la esfera de hielo llena,
Sé que si el ámbar frotara la tela…
Sé que el cuerpo sumergido en el agua
Pierde tanto peso, cuánto…etcétera.

Que del otro lado de nuestro globo
Brilla el sol cuando aquí de noche estamos.
En mi cabeza lo han metido todo,
Con la ciencia vana me fastidiaron.

Y nada sé y no entiendo nada.
Con mis pobres sentidos llego a creer
Que, en el globo, los del otro lado
Deben andar totalmente al revés.

Y hasta ahora tengo el miedo escolar:
Dios me llamará y diré con tristeza:
-¡Dios mío! Hoy no puedo contestar,
Me disculpo…, me duele la cabeza.
Todo esto es tan difícil y se me olvida.

Dentro de un tiempo…aprenderé…
Yo quisiera repetir esta vida
Como este año que no aprobé.[5]
[5] Poema del escritor polaco Julian Tuwim (1894-953)

CARTA A LA ESPOSA
Carta a la esposa (Levél a hitveshez) ([6])

Allá abajo los mudos, callados mundos, y en/ mi oído el silencio ruge. Yo grito, y quién/ podría responder desde tal lejanía, / desde Servia, pasmada por la guerra, lo oiría:

Tú estás lejos. Tu voz a mi sueño tejida, / de día en mi corazón la hallo otra vez metida, / si estoy callado, mientras zumban en torno mío/ los soberbios helechos de fresco toque umbrío.

Cuando podré de nuevo verte, no sé, quién sabe, / tú que eras segura, tal como un salmo grave, / tan bella como sombra, como la luz-la senda / que a ti lleva hallaría, mudo y ciego o con venda, / vagas y en el paisaje te ocultas, y tú adentro/ de mi mente a mis ojos revoloteas; te encuentro, / realidad que tú eras, en sueño vuelves, y es / mi adolescencia el pozo donde caigo otra vez/ y otra vez me pregunto con celo si me quieres, / si querrás que en su cima mi juventud espere/ que seas mi esposa – y vuelvo a esperar que sea cierto/ y a caer al camino donde se está despierto, / ya sé que tú lo eres. Mi esposa y compañera- / pero lejos. Detrás de tres brutales fronteras.

Y ya es este el otoño: ¿aquí él también me olvida?
Más nítido el recuerdo de los besos, querida, / y ya olvidé esos días que en milagros creí, / en escuadrillas vuelan aviones sobre mí; / admiraba tus ojos en el cielo, / su comba / se nubló, y en la máquina, allá arriba, las bombas / caer anhelaban. Vivo, sin embargo –estoy preso.

Todo lo que yo espero lo considero y peso, / y encontraré el camino que va hacia ti, no obstante; / todo el largo del alma lo hice ya por ti antes, / y caminé países, a través, si es preciso, / de un purpúreo brasero pasaré y, por hechizo, / precipitadas llamas –y he de volver no obstante; / como corteza de árbol seré tenaz, constante, / con calma, que vale por poder y por armas, / del salvaje que vive en incesante alarma, / me cubre, como una fresca onda que nos/ serena, la equidad firme del 2×2.

[6] Poema del húngaro Gyula Illés (1902) en versión de Francisco de Oraá.

Este luminoso texto se llama, RETRATO DE MI ABUELO…

Los médicos te recomendaron tierra caliente
-doctores que sólo eran homeópatas-,
Y a juzgar por lo que tantas veces me han dicho
Y ahora trato de olvidar, fuiste un gentleman
Y además mi abuelo.

Nunca te conocí
Lo cual está bien
Ya que el afecto y la distancia
Arman escenas imposibles:
Tú contándome cuentos, explicándome cosas
O sacándome a pasear por las calles de algún pueblo
Donde amargado y viejo me lucirías como tu última medalla.

No fue así
Y por eso te hablo sin miedo a esa voz
Que aún atruena por patios de piedra
Y cuartos oscuros donde cuelgan humosas reproducciones.

Quizás más tarde hubiéramos discutido aquello de
“todo lo que no está prohibido está permitido”
Embarcándonos en un largo debate
Donde resonarían palabras como individualismo,
Propiedad privada
Y el derecho positivo asegura.

Se sabe: eras liberal doctrinario
Y amigo de los curas. Lo ignoraste
Hasta el fin es que esa batalla (otros la apellidan vida)
Estuvo perdida de antemano.

Una historia medrosa que aún subsiste,
Y contra la cual también me debato,
Te engaño igualmente negándote la única verdad:
El poder es siempre infame.

¿Por qué te digo estas cosas?
Tengo miedo que cualquier día
Algún antiguo abuelo de bigotes negros
Me interrogue desde el cielo diciéndome:
¿Quién pagará la deuda, ese saldo que crece?[7]

[7] Poema de Juan Gustavo Cobo Borda. El poema trae además una cita empezando: En Colombia toda la decencia es conservadora (Aquilino Villegas)

Ver también: Poemas de amor ; Poemas de amor; Poemas de regreso

This post is also available in: Español