Italia 1250-1313-historia

Estamos en Italia 1250-1313 de nuestra era, mirando los comienzos del renacimiento en la península itálica y sus detalles:

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1250: En Florencia lucha entre Güelfos y Gibelinos. Afirmación de la burguesía, como nueva fuerza económica. Bajo gobierno güelfo, ordenamiento democrático de la ciudad (un «capitán del pueblo» asume la tutela de los derechos populares).

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1293: Ordenamiento de Juan della Bella: solo podrán participar en la vida política los miembros de los gremios mayores.

1295: Luchas entre blancos (=Popolo minuto, gremios menores) y negros (popolo grasso, gremios mayores apoyados por el Papa). Los primeros son derrotados y quedan excluidos del gobierno. Oligarquía de los gremios mayores.

1310-1313: Enrique VII viaja a Italia: celebrado por Dante Aligheri como libertador, nombra vicarios imperiales a los Visconti en Milán ya los Scaligeri en Verona. En Venecia, clausura del Gran consejo y reforzamiento del poder de Consejo de los Diez. El acceso al cargo de dux se limita a un reducido número de linajes venecianos.

Ascención de Rómulo

En un artículo anterior, historicidad de los evangelios, comentaba como Lucas había querido añadir algo de la mitología que había probado su éxito con los romanos, la leyenda de Rómulo, el fundador de dicha ciudad, para agregarle algo más de espectacularidad al personaje Jesús y cómo copió literalmente la ascensión de Rómulo.

Pues bien, este es el pasaje alusivo que sirvió de referencia:
«XXVII.- … pero habiendo Rómulo repartido por sí solo a los soldados las tierras ganadas por las armas, y restituido a los Veyanos los rehenes, sin hablarles de ello y consultarlos, creyeron que aquello ya era burlarse enteramente del Senado; y de aquí nació contra éste la sospecha, habiendo Rómulo desaparecido imprevistamente de allí a poco tiempo.

Fue, pues, su desaparecimiento en las Nonas Quintiles, como se decía entonces, o de Julio, como se dice ahora, sin que nada cierto y seguro haya quedado acerca de su muerte, sino, la época, como se deja expresado; porque todavía se ejecutan en aquel día muchos ritos y actos a imitación de lo que en él pasó. Y no hay que extrañar esta incertidumbre, cuando habiéndose encontrado muerto de sobrecena a Escipión Africano, nada hay acerca del modo de su muerte que merezca algún crédito o lleve camino; diciendo unos que, andando ya enfermizo, naturalmente falleció: otros que él mismo tomó hierbas para este efecto, y otros, que sus enemigos, echándose sobre él en aquella noche, le cortaron la respiración.

Y al cabo Escipión estuvo de cuerpo presente para que todos le viesen, y su cadáver, registrado por todos, pudo dar alguna sospecha y conocimiento; pero Rómulo desapareció repentinamente, sin que se viese ni miembro de su cuerpo ni jirón de su vestido; habiendo conjeturado algunos que los Senadores cargaron sobre él en el templo de Vulcano, le despedazaron y repartieron entre sí el cuerpo, llevándose cada uno en el seno una partecita.

Otros opinan que ni fue en el templo de Vulcano, ni se hallaban solos los Senadores cuando Rómulo fue quitado de en medio, sino que esto ocurrió fuera, junto al lago llamado de la Cabra o de la Cierva, donde aquel estaba celebrando una junta pública; y que en el aire sucedieron entonces de repente fenómenos maravillosos, superiores a cuanto puede ponderarse, y trastornos increíbles; que la luz del sol se eclipsó, y sobrevino una noche nada serena y tranquila, sino con terribles truenos y huracanes violentos, que de todas partes movían gran borrasca.

En esto, lo que es la plebe se dispersó y dio a huir, y los principales se juntaron; cuando luego, desvanecida la tormenta y restituida la luz, volvió con esto a reunirse el pueblo, todos buscaban y deseaban ver al rey; pero los principales no se lo permitían, ni les daban lugar para hablar en ello, sino que los exhortaban a venerar a Rómulo, como arrebatado a la mansión de los Dioses, y convertido, de buen rey que había sido, en un dios benéfico para ellos.

Creyólo la mayor parte, y se retiraron contentos, venerándolo con las más lisonjeras esperanzas; pero hubo algunos que reconvinieron agria y desabridamente a los patricios sobre este hecho, inquietándolos y acusándolos de que querían hacer creer al pueblo los mayores absurdos, después de haber ellos sido los matadores del rey. »[1]
[1] Tomado de Plutarco. Vidas paralelas. Tomo I.