Los comuneros, historia de Colombia

Para que hubiera la famosa revolución de los comuneros hubo menester que coindieran varios factores[1].
Un visitador regente, maestro en ciencia administarativa e hipocresía, que pudiera adular al virrey de turno mientras él exprimía con su aparato fiscal, compuesto de corregidores, alcaldes, guardas, curacas, estanqueros y demás emisarios del fisco, a las clases populares. Don Francisco Gutiérrez de Piñeres, tal era el nombre del visitador regente a quien le correspondió la “gloria” de ver y sentir la revuelta de los comuneros, en tanto que el virrey de turno fue Manuel Antonio Flórez, al menos en sus primeras etapas.

Vino el señor Guiterrez de Piñeres a actuar feudalmente cual le habían instruido en la península ibérica; se trataba de mantener aislada a la América española, de gravar todos sus movimientos económicos y no permitir el intercambio con otros pueblos. Obviamente uno de sus primeros actos fue estancar la producción, pero claro, haciendo salvedades, la producción del aguardiente y el tabaco, las dos columnas de vicio que sostenía las rentas españolas en América. A partir de ahora solo se podría sembrar tabaco donde determine el visitador. Se trataba de que la administración española comprara barato y vendiera caro; nada que ver con trueques, todo habría de gravarse. El Alcabala se metió hasta en la transacción más enana.

Al visitador Gutierrez de Piñerez poco o nada le importan los indios ni la injusticia del sistema impositivo que cobra un peso por cada pobre, sea este indio o negro y, dos pesos a los potentados…como la si la relación de riqueza fuera de 2 a 1 entre unos y otros. Pero no, al visitador ¡qué iba a importarle!. Él tan solo se limitaba a justificar que debido a la guerra con Inglaterra necesitaban preparar la Armada de Barlovento. Si hubiera manera de preguntar a las clases arrastradas de la época, si sabía qué era o dónde quedaba Inglaterra o si acaso intuían lo que pudiera ser la Armada de Barlovento, de seguro no sabrían nada o casi nada.

Pero para entender el marco histórico de la revolución de los comuneros es menester otro factor preponderante, la iglesia, en cabeza del arzobispo Antonio Caballero y Góngora, un clérigo hijo de la ilustración y la ambición colonial. Era por antonomasia el arzobispo un caballero que podía jugar dos cartas al tiempo y siempre ganar en sus jugadas políticas. La Iglesia debía justificar el incremento y el sostén del aparato impositivo español, el pueblo debía ser sumiso y sacrificarse a su señor natural como lo enseñaban los textos sagrados…Y como la masa inculta le creía 100 por 100 a los sacerdotes con su cara de yo no fui y la alforja llena…

Pero los indios se iban cansando…Casi trescientos años aguantando en relativo silencio y temor. Comuneros…Como en Paraguay. Allí en 1543 y 1552 ocuren los primeros alzamientos. El “común”, arresta al gobernador Alvaro Nuñez Cabeza de Vaca y cargado de cadenas lo envía de regreso a España en una carabela que lleva por nombre “Comuneros”. En 1640 vuelven los comuneros a insurreccionar en tierras paraguayas, durando este movimiento veinte años sin ser dominado. Pero hubo una tercera que estalló en 1717 y dura hasta 1735, donde no solo se protestó contra los impuestos y las malas administraciones sino contra los jesuitas sus prácticas abusivas. Porque el poder del común era más fuerte que el del mismo rey según decían estos preclaros precursores de la independencia de toda América.
Porque olvidaba mencionar que fuera de lo dispuesto en materia de carga fiscal , lo más humillante eran los métodos violentos y vilipendiantes que empleaban los funcionarios con tal de sacudir del bolsillo de los humildes hasta el último patacón…

“Acallen los tambores
Y vosotros sedme atentos
Que este es el romance fiel
Que dicen los comuneros:
Tira la cabra pal monte
Y el monte tira pal cielo;
El cielo no sé pa ónde
Ni hay quien lo sepa hora mesmo.
El rico le tira al probe;
Al indio, que vale menos,
Ricos y probes le tiran
A partirlo medio a medio.
Presto le advierte el fiscal
Que el alcalde vaya luego;
El alcalde lo transporta
Surcando valles y cerros
Para que al corregidor
Él le confiese sus duelos.
El corregidor lo empunta
Cargado de muchos pliegos,
Diciendo que el protector
Es quien atiende sus ruegos;
Y el protector lo dirige
Al oidor santafereño,
Oidor que no tiene orejas
y que acuerda sin acuerdo.
Resta al indio querellante
Como su mero consuelo
El rey de España y las Indias,
¡Pero el rey está muy lejos!…
Sin embargo esto no iba a ser eterno.

En cabeza de la turba de los comuneros en El Socorro (Santander, Colombia), marchan el zarco Ardila, Roque Cristancho, Manuela Beltrán y Miguel de Uribe. Hartos de los impuesto, los guardas, los estancos y los maltratos para el cobro de dichos tributos. Año 1781.
La Plebe nombra como general a Juan Francisco Berbeo, un rico residente del lugar. Le nombran como capitanes a ricos lugareños como Salvador Plata, Joaquín de Vega, Diego Ardila, José Antonio Estévez y don Antonio Monsalve. La noticia se riega como pólvora. Los comuneros de otras regiones también se insurreccionan. Hacen lo mismo San Gil, Charalá, Girón, Chima, Oiba, Vélez, Simacotay muchos más. Llega el chisme a Santa Fe…

“¡Viva el Socorro y viva el reino entero
Si socorro al Socorro le prestare,
Para dejar de ser ya prisionero
En la fatiga que cada cual hallare,
Ninguno se recele ser primero,
Supuesto que ve que hay quien se declare,
Y así corramos sin temor al Morro
A dar socorro a quien nos da Socorro!”

Los capitalinos están nerviosos.

Por orden de Berbeo se declara libre la siembra de tabaco y se rebajan los alcabalas y el precio del aguardiente…Todo era camaradería entre los del común, los comuneros (nada que ver con comunistas ni nada que se le parezca)

En Santa Fe arman un ejército que vaya a enfrentar a los insurgentes. Pero realmente en la capital no hay un ejército, el batallón fijo está en Cartagena con el Virrey; en Santa Fe solo existe el batallón de los alabarderos, integrado por 75 hombres; 50 marchan con el Oidor Osorio y 25 quedan guarneciendo a la capital del virreinato. Reclutan hijos de papi y mami para entrenarlos precipitadamente. Por el camino a Tunja incrementan sus efectivos hasta 200 (sin entrenamiento alguno y que posiblemente no sepan disparar siquiera), pero frente a semejante multitud de comuneros entusiasmados, huyen en estampida. Se estacionan en puente real. Uno de los militares al frente de la tropa pacificadora llega a Santa Fe con la razón de que los socorranos vienen llegando. El regente alista maleta. Deciden enviar al arzobispo, al alcalde más antiguo y a un oidor a negociar, que lo hagan en Zipaquirá. Gutiérrez de Piñeres toma camino de Honda; él no va a quedarse a mirar que sucede, que lo hagan otros; él se va junto al virrey, a Cartagena.
Se calcula que unos veinte míl eran los alzados, los comuneros que marchaban sobre Zipaquirá…[2]

[1] Levantamientos anteriores en la Nueva Granada, de negros, mestizos e indios contra el Estado colonial, los hubo, como el levantamiento del rey negro Domingo Biohó en la costa Atlántica (1599), el levantamiento de los cimarrones (1634), el alzamiento de 1732 donde al mestizo Luis García se le nombró Libertador del Darién e inclusive, el movimiento comunero de Neiva en 1767.
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[2]Les comparto a ustedes este texto de Pablo Neruda llamado “Comuneros del Socorro»:Fue Manuela Beltrán (cuando rompió los/ bandos/ del opresor, y gritó «mueran los/ déspotas»/ la que los nuevos cereales/ desparramó por nuestra tierra.
Fue en Nueva Granada, en la villa/ del Socorro. Los comuneros/ sacudieron el virreinato/ en un eclipse precursor.
Se unieron contra los estancos, / contra el manchado privilegio, / y levantaron la cartilla/ de las peticiones forales.
Se unieron con armas y piedras, / milicia y mujeres, el pueblo, / orden y furia, encaminados/ hacia Bogotá y su linaje.
Entonces Bajó el Arzobispo.
«Tendréis todos vuestros derechos, / en nombre de Dios lo prometo.»
El pueblo se juntó en la plaza.
Y el Arzobispo celebró/ una misa y un juramento.
El era la paz justiciera.
«Guardad vuestras armas. Cada uno / a vuestra casa », sentenció.
Los comuneros entregaron / las armas. En Bogotá/ festejaron al Arzobispo, / celebraron su traición, / su perjurio, en la misa pérfida, / y negaron pan y derecho.
Fusilaron a los caudillos, / repartieron entre los pueblos / sus cabezas recién cortadas, / con bendiciones del Prelado/ y bailes en el virreinato.Primeras, pesadas semillas / arrojadas a las regiones, / permanecéis, ciegas estátuas, / incubando en la noche hostil/ la insurrección de las espigas.

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