Poemas de mujeres

Vamos a publicar una serie de bellos poemas de mujeres en aras de aprender, valorar y compartir textos hermosos con nuestros lectores. Allá vamos.

Recinto
Desnuda frente a ti
Humedad
Olor de agua.
Atónitos los ojos
Esperando en el recinto
Del deseo.
Desnuda junto a ti
En el temblor imperceptible
Del segundo.
Desnuda dentro de ti
Como el olvido[1].
[1] Clemencia Calero Espinosa.

Quiero Bailar con Ulises
“Hereux qui comme Ulysse a fait un beau voyage” Joachim du Bellay.

Quiero invitar a bailar a Ulises,
Quiero beber con él y que me cuente
De qué color eran los ojos del joven Aquiles.
Quiero que me cante el canto de las sirenas
Y me diga de sus noches de insomnio
Sobre las aguas del Mediterráneo.
Quiero saber de su complicidad con Circe
En la isla de Ea y de sus extrañas
ceremonias y encantamientos.
Quiero que Ulises me haga el amor
Y en la cama me cuente
Cómo eran los vestidos de Helena
Y si París fue como lo pinta Rubens.
Quiero saber qué vió en el país de los Lotófagos,
De qué color eran las montañas de Eólide.
Quiero que me cuente por qué regresó a Itaca.[1]
[1] MARIA MERCEDES CARRANZA.

Y de dias
Quiero llenarme de música…
De música silenciosa.
Y de días…Y de días…
¡Días sin sombra![1]
[1] Poema de Liliana Cadavid

EN TU ANIVERSARIO
Recibe este rostro mío, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.[1]
[1] Poema de Alejandra Pizarnik

LOS MUROS DE LA PATRIA MIA
Mire los muros de la patria mía/ ojos de piedra, esfinges de oro, /mierda en las rendijas.
País usado por un dios borracho/ que delira eternamente/ con una puerta que jamás existió.
Allí, / por el desastre ligado/ un nudo imposible de dos lenguas/ que lamen sin descanso la herida.
De rodillas y con una flor en el ano/ alguien en la oscuridad susurra/ la turbia mentira del paraíso/ perdido.
El miedo enroscándose alrededor de una estatua/ que finge su hazaña en un parque abandonado.
Los muros de la patria mía/ ¿Cuándo los van a limpiar?[1]
[1] Poema de María Mercedes Carraza.

MORIR POR LA PATRIA
Doy mi vida a la patria.
Doy la dicha de respirar, la dicha de mirar,
La enorme dicha de moverme, de correr,
La pequeña dicha de comer un trozo de pan,
Una ciruela azul,
De beber leche en un vaso floreado.
No se si mi don es grande,
Si renuncio a una hora, cinco años, o veinte.
Oh, que riqueza tan grande, veinte años,
Por cuantos bosques se puede caminar,
Cuantas puestas de sol se pueden recibir,
Cuantos lagartos en las praderas de mayo,
La tibia felicidad del sueño,
Cuantos brazos vivos se pueden estrechar
Entre los brazos vivos.
Renuncio a todo esto,
No ara recibir en el cielo
Un lagarto más perfecto y una pradera más tierna
Bajo el místico sol de salvación
Y ángeles domesticados
Para poder acariciar las alas y besarles los ojos.
Doy mi vida para recibir solo la aproximación
Del dolor, de la agonía,
Solo la miseria
Del último instante.
Pues no se lo que suceda
Cuando la muerte se detenga a mi lado,
Y lo que le di generosamente
En la hora de riqueza
Empiece a arrancarme con fuerza,
Como un hueso a un perro;
Cuando me salte al pecho
Y ahogándome entre sus puños
Mis ojos se salgan de sus órbitas.
Quizás entonces,
Aunque no sienta la garganta, gritaré: ¡no!
Huyendo sin sentir las piernas,
Y siendo casi cadáver,
Tendré miedo de mi propio cadáver
Hata que se erice
El pelo de mi cuerpo.
Doy mi vida
No por la gloria póstuma.
¡Que universo de rodillas en adoración
Podría reemplazar un soplo de mis pulmones!
Doy mi vida a la patria.[1]
[1] Poema de la escritora Polaca Anna Swirszynska (1907)

SUELE SUCEDER
Luego de algunos años / de no verlo, / de nuevo nos encontramos.
No el deseo, como antes, / sino la nostalgia/ de aquellos días de deseo/ nos llevó a la cama.
La alegría de entonces/ fue ternura y el goce/ y la voluptuosidad/ sólo complacencia.
Ambos, podríamos jurarlo, / tuvimos la certeza / de habernos sobrevivido.[1]
[1] Poema de María Mercedes Carranza.

Nunca es tarde ([1])
No le tengo confianza/ a mis palabras.
Flotan muertas ahora/ ante sus ojos, / simulan decir/ quieren hablar/ intentan parecer.
Acceden a los sueños/ de cada uno, los míos, / los suyos: diez mil/ espejos a la vez, / putas generosas/ sirven a dios y al diablo,
Me he cansado/ de mis palabras.
Se las presto.
Para el caso es lo mismo.
[1] Poema de María Mercedes Carranza.

LILACS ([i])

Lilacs,
False blue,
White,
Purple,
Color of lilac,
Your great puffs of flowers
Are everywhere in this my New England.
Among your heart-shaped leaves
Orange orioles hop like music-box birds and sing
Their little weak soft songs;
In the crooks of your branches
The bright eyes of song sparrows sitting on spotted eggs
Peer restlessly through the light and shadow
Of all Springs.
Lilacs in dooryards
Holding quiet conversations with an early moon;
Lilacs watching a deserted house
Settling sideways into the grass of an old road;
Lilacs, wind-beaten, staggering under a lopsided shock of bloom
Above a cellar dug into a hill.
You are everywhere.
You were everywhere.
You tapped the window when the preacher preached his sermon,
And ran along the road beside the boy going to school.
You stood by pasture-bars to give the cows good milking,
You persuaded the housewife that her dish-pan was of silver
And her husband an image of pure gold.
You flaunted the fragrance of your blossoms
Through the wide doors of Custom Houses–
You, and sandal-wood, and tea,
Charging the noses of quill-driving clerks
When a ship was in from China.
You called to them: «Goose-quill men, goose-quill men,
May is a month for flitting,»
Until they writhed on their high stools
And wrote poetry on their letter-sheets behind the propped-up ledgers.
Paradoxical New England clerks,
Writing inventories in ledgers, reading the «Song of Solomon» at night,
So many verses before bedtime,
Because it was the Bible.
The dead fed you
Amid the slant stones of graveyards.
Pale ghosts who planted you
Came in the night time
And let their thin hair blow through your clustered stems.
You are of the green sea,
And of the stone hills which reach a long distance.
You are of elm-shaded streets with little shops where they sell
kites and marbles,
You are of great parks where every one walks and nobody is at home.
You cover the blind sides of greenhouses
And lean over the top to say a hurry-word through the glass
To your friends, the grapes, inside.

Lilacs,
False blue,
White,
Purple,
Color of lilac,
You have forgotten your Eastern origin,
The veiled women with eyes like panthers,
The swollen, aggressive turbans of jeweled Pashas.
Now you are a very decent flower,
A reticent flower,
A curiously clear-cut, candid flower,
Standing beside clean doorways,
Friendly to a house-cat and a pair of spectacles,
Making poetry out of a bit of moonlight
And a hundred or two sharp blossoms.

Maine knows you,
Has for years and years;
New Hampshire knows you,
And Massachusetts
And Vermont.
Cape Cod starts you along the beaches to Rhode Island;
Connecticut takes you from a river to the sea.
You are brighter than apples,
Sweeter than tulips,
You are the great flood of our souls
Bursting above the leaf-shapes of our hearts,
You are the smell of all Summers,
The love of wives and children,
The recollection of the gardens of little children,
You are State Houses and Charters
And the familiar treading of the foot to and fro on a road it knows.
May is lilac here in New England,
May is a thrush singing «Sun up!» on a tip-top ash-tree,
May is white clouds behind pine-trees
Puffed out and marching upon a blue sky.
May is a green as no other,
May is much sun through small leaves,
May is soft earth,
And apple-blossoms,
And windows open to a South wind.
May is a full light wind of lilac
From Canada to Narragansett Bay.

Lilacs,
False blue,
White,
Purple,
Color of lilac,
Heart-leaves of lilac all over New England,
Roots of lilac under all the soil of New England,
Lilac in me because I am New England,
Because my roots are in it,
Because my leaves are of it,
Because my flowers are for it,
Because it is my country
And I speak to it of itself
And sing of it with my own voice
Since certainly it is mine.
[i] Poem of AMY LOWELL.

A QUIEN ME CORRESPONDA (1)
A quien me ofrezca un linaje de paria
o demore la arrugada denuncia del tiempo.
A quien me incendie sin fuego
y me retenga para sí precariamente.
A quien me enfrente de precio antepuesto.
Me renuncie de locura regalada.
Me permita la sabia melena y los halagos.
A quien me arrepienta de odio inútil.
Me cuente las cantidades de piel al rojo vivo.
Me junte el poema con sus dedos en el aire.
A quien parezca una ofrenda,
una marea tranquila,
una envoltura de artesano,
una blanca confrontación de lluvia.
A quien esté de mi lado débil,
de mi costa de plata,
de mi lugar desencontrado.
A quien me haga recapacitar,
envejecer de retraso,
seguir la marca de flotación de náufraga.
A quien me sirva de excusa para continuar viviendo.
[1]Poema de PATRICIA DIAZ BIALET

REALIDAD IMAGINADA
Encuentro mi camino
En cada uno de tus pasos
Y en el silencio de sus huellas
No hallo nada tan irreal
Como tu tiempo
Y el mio.[1]
(1)Poema de la colombiana Claudia Eugenia Abello Gomez.

ENCUENTRO
Bajo un arco de sol y enredadera
Estabas tú.
Y el corazon dio un salto inusitado
Bajo el azul.
Desde entonces…
A la orilla del sol o entre la lluvia
¡Estamos dos![1]
[1]Poema de Mara Agudelo.

CLARIDAD
Cae la lluvia ácida.
Dejo atrás
Mis gastadas sandalias.
Cambio el rumbo.

Abre su corola
La rosa de mi ensueño.
Se hace la claridad.

En diamantina copa
Bebo de Cupido el rojo vino.
Tu nombre
Llega con festiva fragancia.
Extraño
El mundo calcinado.
Laberinto de mis ansias.[1]
[1] Poema de Nelly Arias de Ossa.

YO
Entre los arbustos florecidos/ de mi nada/ -de mi eterna nimiedad- / sentí tu vida/ que dejaba escapar a cada instante/ un intenso dolor.
Laceraste mi alma/ con tus huellas/ como si fueran una maldición.
Ahora…/ me hallo unida a tu muerte/ con esta frágil presencia.[1]
[1]Poema de Claudia Eugenia Abello.

OTRA VEZ
Otra vez has venido/ tristeza, sombra mía.
Otra vez en mis predios / desbaratando sueños, / borrando sonrisas, / y dándome el brebaje de tu hiel.
¡Pero no! No te vayas…
Al fin he comprendido/ que tu sombra es mi sombra/ y que yo soy tu misma/ porque te injertaste en mi carne / -no nacida- / y tu primera batalla / fue mi primera lágrima.
¡Ganaste amiga!
Bien, lo acepto, / quédate en mi vida / pero a cambio/ prométeme que reirás/ cuando llores conmigo.[1]
[1]Poema de Mara Agudelo.

Bien, creo que por ahora eso es todo de mi antologia personal titulada Poemas de mujeres, ojalá les haya gustado…

Ver también: puros cuentos, poemas de navidad

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