Veamos un bosquejo somero de la religión egipcia para delicia de los aficionados a la historia y el mundo antiguo.
Egipto, tuvo la dicha de poseer en su evolución cultural variadas escuelas de pensamiento pre-científico; las castas sacerdotales (léase cultas y adineradas), de la mano con los poderosos líderes políticos con cuestionamientos éticos o necesidades doctrinarias específicas, crearon unos cuerpos explicativos simbólicos y ritualistas.
Los occidentales creemos que es gracias a esta angustia existencial de posible pérdida frente a fuerzas destructivas, que de cada diez documentos que nos hayan legado, nueve son textos religiosos; solo así explicamos que mientras los templos los construyeran de piedra, sus casas siguieran siendo de adobe.
De otro lado, es menester leer y deducir de sus grandes creaciones míticas[1] y moralistas las definiciones y concisiones propias que reclama nuestra cultura occidental respecto a los dioses involucrados, que si bien no se han revelado, existen directamente a partir de la experiencia como potencias detrás de los fenómenos naturales.
Pero estos dioses no pueden ser reales sin algún respaldo material, llámese imagen o estatua[2], árbol o animal sagrado[3] (pero tengamos en cuenta que la apariencia de los dioses no es rígida ni acartonada, puede variar).
Si bien es cierto que tenían un nombre verdadero la mayor parte de las veces se alude a ellos por el epíteto, enfatizando tal vez en el poder que otorga sobre el objeto o ser aludido, nombrarlo.
Por doquier una cantidad de divinidades con una cantidad de adjetivos y capacidades. ¿Y cuáles eran los atributos de las divinidades? Una larga vida, porque si observamos con lupa en el libro de los muertos se sugiere que todos los dioses mueren[4] (salvedad hecha del demiurgo[5] y de Osiris[6]). También poder y fuerza limitada dentro de su rango de influencia, porque podían modificar el destino individual de los humanos más no el de los incidentes universales; supeditaban su voluntad a la noción de orden y equilibrio universal, sostenido gracias a MAĀT, que es una diosa coronada con una pluma de avestruz (jeroglífico de su nombre).
Su saber era restringido[7]y no era raro verlos envueltos en contratiempos e imprevistos que debían resolver. A nivel terrenal era el rey quien mantenía el universo material creado por los dioses y ponía en cintura al caos amenazante, celebrando diariamente cultos divinos en los templo y haciendo ofrendas a MAĀT, «de la que viven los dioses». El rey respetaba la justicia y la impartía, cosa que habían de hacer sus súbditos.
Los egipcios priorizaron sus jerarquías y las necesidades espirituales fueron prelación frente al mundo material. Por eso, y aunque pudiera sonar paradójico, la religión para ellos era tenía carácter científico, en tanto era la depositaria de un saber. Fue gracias a que durante la formación del país, estuvo aislado y libre de influencias extranjeras, que la religión se convirtió en fuente del arte, la escritura, la literatura, el teatro, la medicina, etc.
Sus templos, progresiva y estrictamente se fueron ritualizando; con el desarrollo paulatino del individualismo, el reflexionar y el manejo funerario se fue democratizando, teniendo acceso a esa liturgia iniciática-precursora del ritual católico en muchos aspectos, como veremos más adelante en otro ensayo- ,no solo los reyes sino los altos funcionarios. Eran construcciones donde se guardaban los ídolos de los dioses y sus animales sagrados. «Mansiones del dios» o «dominios del dios». Proporcionaban a sus dueños, los medios de sostén acorde con su jerarquía. Y como en cada sitio sagrado el dios era la fuerza soberana del universo, alrededor de su escultura, las construcciones reflejaban el cosmos, en su naturaleza espiritual y no contingente.
Para lograr esto se declaraba la santidad del territorio donde se asentaba (colocando determinada condiciones de pureza y ascesis a las personas autorizadas), alejando lo profano y ahuyentando el caos. En segunda instancia se rodeaba de un muro macizo como protección material; luego, tratando de preservarlo espiritualmente por medio de inscripciones mágicas de las hazañas militares del Faraón. En las puertas (su punto más débil), se grababan pinturas donde el Faraón vencía a los animales que encarnaban las potencias del desorden y el mal (el hipopótamo y la tortuga, el cocodrilo y el antílope). En tercer lugar se debía preservar la existencia del ser superior, exponiendo su imagen al sol por ejemplo en receptáculos especiales.
En ciertos templos los dioses eran propietarios y en otros solo huéspedes.
El rito[8] se valorizaba por un mito (que trataba de de dar una imagen completa del cosmos, soslayando la destrucción final), transformándose un acto cotidiano en sagrado. El oficiante por excelencia era el Faraón (el único capacitado), presentando y consagrando las ofrendas[9], ejecutando los ritos de funcionamiento del universo, que mantenían a los dioses en la tierra.
Existe en sus raíces conceptuales, la asimilación de contrarios en la llamada «diversidad de aproximaciones», conceptos complementarios surgidos en localidades distintas pero expresadas en el mismo idioma, implicando, posteriormente, por un complicado proceso de elaboración y síntesis, una fusión de los dos símiles en uno solo.
Otro manantial de su mitología se halla en el retruécano, el juego de palabras o de escritura. Derivado de esta particularidad se hacen «equivalencias entre objetos que no tienen en común más que el nombre, mientras que, por otra parte, se tiende a confundir el nombre y la cosa, la imagen y la cosa, la imagen y la palabra.»[10]
Estas religiones en ciernes demostraban la voluntad colectiva de no sucumbir ante la naturaleza, prefiriendo mejor integrarse a ella. La obsesión más reiterativa de sus pilares mitológicos era la compulsiva obsesión por conservar, mantener a raya el caos invasor; el ritualismo está apretujado en sus mismos cimientos, como cuando ejecutaban los protocolos respectivos para inmovilizar a la serpiente cósmica Apophis –imagen del océano increado que rodea al mundo-, para frenar su absorción de lo creado, aunque, lastimosamente no la podían eliminar. [11]
Leer también: Cosmologia en Heliopolis, Mitologia en Menfis , Mitologia en Tebas
[1] Respuestas poéticas a las grandes incógnitas de la existencia; según BELTZ Walter «la antigua mitología egipcia no es una historia religiosa y por lo tanto no se interroga sobre la legitimidad de las hipotéticas alternativas de erudición religiosa, sobre si es el mito o el rito el origen de la religión.» (Ver su libro Los mitos Egipcios, Editorial Losada, Buenos Aires, 1990, página 8.)
[2] En el caso de los dignatarios fallecidos, mientras exista su estatua, la vida del modelo se prolongará en ella y gracias a su representatividad, el alma del difunto lograría resucitar
[3] Generalmente eran los que tenían contacto directo con le pueblo, ya que los grandes dioses eran reverenciados por los faraones. Vivian al lado del templo en lujosos establos. Es a partir de la Dinastía XXI, en el Tercer Período Intermedio, que los animales, antes vistos como manifestación de lo divino, son además venerados por sí mismos, especialmente el toro, el cocodrilo y el gato.
[4] ANONIMO, El libro de los muertos, Versión española de José Manuel Álvarez Flórez, Editorial Verón, Barcelona, segunda edición Junio de 1982, Capítulo 175, páginas 316 y 317.
[5] Quien voluntariamente dejará de existir a nivel personal para confundirse con el caos. Este último siempre, al final era el vencedor.
[6] Aparece representado con el falo erecto, que sostiene o señala para demostrar su resurrección. Algunas de sus estatuas poseen tres penes.
[7] Ser omniscientes no estaba dentro de sus virtudes, excluyendo a Atum, quien si tenía un conocimiento integral, sabiendo el destino mundial y previendo sus vericuetos empero también se inclinaba a mantener la noción de equilibrio propiciada por MAĀT.
[8] Es la dinámica del mundo, representando un devenir, un actuar, la capacidad de influir en el mundo exterior, manteniendo lo existente y frenando la degradación natural del orbe. Su práctica era la primera de las ciencias del gobierno.
[9] Era el primer principio mágico para que la creación continúe y la vida se prolongue.
[10] DERCAHIN Philippe, Religión egipcia, en Historia de las religiones, Siglo XXI editores, México 1977, páginas 101-117.
[11] Tomado de Ortiz H. Angel E. Fundamentos Culturales del Judaísmo I, páginas62-65.