Tiy-historia-biografia

El siguiente texto nos puede ilustrar mucho sobre la biografia de Tiy (Tiya, Tiye, Tiyi, Teje, Ty):UNA PROVINCIANA EN EL TRONO EGIPCIO
El reinado de Tutmosis III duró 54 años, desde 1504 hasta 1450 a. J.C. Le sucedieron el segundo de los Amenhotep (1453-1419), el cuarto y último representante del linaje de los Tutmosis (1419-1386) y Amenhotep III, quien durante 37 años, de 1386 a 1349, gobernó sobre un Egipto rico, luminoso y feliz. Junto al monarca hallamos un hombre sabio, Amenhotep, hijo de Hapu, de tan alta reputación que el faraón mandó construir un templo donde se veneraría su ka: hasta los últimos días de la civilización egipcia, la memoria de Amenhotep, hijo de Hapu, fue venerada en el santuario de Dayr al-Bahari, donde tiene su sitio al lado de Imhotep.
Entre las numerosas obras maestras de la época de Amenhotep III el templo de Luxor es, sin duda, el más representativo: por la delicadeza de los bajorrelieves, la pureza de las columnas y la milagrosa síntesis de fuerza y gracia. La luz del reino resplandece en cada una de sus piedras.

El faraón, conviene repetirlo, se encarna en una pareja real. Amenhotep III supo elegir una esposa excepcional, Tiy.
La joven no pertenecía a la familia real. Probablemente nació en Jammin (la Panópolis de los griegos actual Ajmin), en el Egipto Medio; la ciudad se hallaba bajo la protección del dios Min, garante de la fecundidad y de la regeneración perpetua de la naturaleza. Su padre, Yuya, era sacerdote de Min, estaba al mando de los carros de guerra y era intendente de las caballerizas. Se ocupaba con esmero de los caballos, reservados al cuerpo de élite del ejército egipcio. Tal vez fue Yuya quien enseñó al rey a montar a caballo. Según su momia, admirablemente conservada, el padre de la futura reina era un hombre muy alto, de una fuerza física evidente, que debió de parecerse al actor americano Charlton Heston, el inolvidable Ben-Hur. Su esposa, Tuya, era la superiora del harén de Min; dirigía, por tanto, una institución que era al mismo tiempo religiosa y económica. El muy antiguo título de «adorno real» le daba acceso a la corte, y participaba en las fiestas y rituales en los que también intervenían el faraón y su sucesor.

¿Cuándo conoció el futuro Amenhotep III a la joven Tiy? Lo ignoramos. Su matrimonio con una mujer ajena al círculo de las altas personalidades de la corte no supuso, de cualquier modo, ningún problema. Con motivo de la boda se fabricaron escarabajos de cerámica, de unos diez centímetros de largo, en los que se grabó el siguiente texto: «¡Faraón y la gran esposa real Tiy, larga sea su vida! Su padre se llama Yuya y su madre Tuya. Tiy es la esposa de un poderoso soberano cuya frontera sur llega a Karoy (en Sudán) y la frontera norte hasta Naharina (Asia)”.
Se enviaron escarabajos a todas las provincias de Egipto, e incluso al extranjero, anunciando el reinado de la nueva pareja real.

Gracias al buen funcionamiento del correo egipcio, la noticia no tardó en propagarse.
Tiy no olvidó mencionar a sus padres, por quienes sentía un gran afecto. Pasaron el resto de sus días junto a la reina, que no olvidó tampoco a su hermano Anen. Éste llegó a desempeñar altos cargos en el clero de Amón y de Ra-Atum, y se convirtió en uno de los allegados del faraón.

DOS RETRATOS DE TIY

Siempre resulta delicado utilizar el término «retrato» en referencia al arte egipcio, ya que los escultores, «los que dan la vida», se interesaban en representar el ka de un ser, su energía física imperecedera, y no su individualidad física. En algunos casos, sin embargo, cuando se trata de estudios preliminares, esbozos u obras desprovistas de carácter oficial, nos es posible adivinar los rasgos de tal o cual gran personaje.
En el caso de la reina Tiy existen dos cabezas minúsculas que posiblemente tienen valor de retrato. La más célebre fue descubierta en un santuario de Serabit al-Jadim, en el Sinaí; mide siete centímetros de alto por cinco de ancho y está tallada en esteatita, una piedra pizarrosa verde. Digámoslo de entrada: Tiy no tenía una cara fácil: los ojos son estrechos, los pómulos pronunciados, el dibujo de los labios es severo y su barbilla pequeña y puntiaguda. Todo deja adivinar una voluntad afirmada y un carácter altivo y dominador.
El segundo «retrato» fue descubierto en el paraje de Madinat al-Gurob, en el Fayum; se trata de una pequeña cabeza de madera de tejo, de once centímetros, actualmente conservada en el Museo de Berlín. Nos encontramos ante la misma intensidad, la misma determinación, la misma fuerza interior que observábamos en la otra pieza. Tiy fue, no cabe duda, una mujer poderosa.

EL GOBIERNO DE TIY: LA CASA DE LA REINA

En la morada para la eternidad de Jeruef (tumba tebana núm. 192), cuyos relieves se cuentan entre las obras maestras más depuradas del arte egipcio, la reina Tiy desempeña el papel de diosa de oro, Hator, y participa en la regeneración ritual del rey. Ella le ofrece su protección mágica y le asegura millones de años de reinado, mientras unas sacerdotisas celebran los festejos con danzas y cantos. La vemos en compañía de su hijo Amenhotep IV, que todavía no se había convertido en Aj-natón, realizando ofrendas a las divinidades, especialmente a Atum, el creador. El futuro faraón venera además a Ra, el dios de Heliópolis, y a sus propios padres, Amenhotep III y Tiy, no sólo como personas sino también como pareja inmortal.
Durante el ritual de regeneración del faraón, Tiy actúa como gran sacerdotisa iniciada en los misterios de Hator; lleva el collar de la resurrección, luce una corona de uraeus rematada por dos plumas y un disco solar. Tiy está presente durante el punto culminante del ritual, la erección del pilar «estabilidad (djed)», símbolo de la resurrección de Osiris.

La reina Tiy estuvo asociada a todos los acontecimientos destacables del reinado y «presidió el Alto y Bajo Egipto». Muchos actos oficiales llevan una mención explícita: «bajo la majestad del rey Amenhotep III y de la gran esposa real Tiy». Un texto de la tumba de Jeruef hace una precisión fundamental: «Ella es semejante a Maat (la regla universal) que sigue a Ra (la luz divina) y se encuentra de este modo en el séquito de tu majestad (el faraón)”. Al encarnar a Maat en la tierra, la reina es a la vez la armonía indestructible del cosmos y el cimiento intangible sobre el cual se construye la sociedad egipcia. En el lejano Sudán, la pareja real hizo edificar dos templos, uno en Soleb para la regeneración permanente del ka real, y otro en Sedeinga, donde la magia de la reina perpetúa el ser del faraón. Los dos santuarios, indisociables, componen la imagen de la pareja real, prefigurando el dispositivo simbólico de Abu Simbel para Ramsés y Nefertari.
Se ha escrito mucho sobre el carácter lascivo de Amenhotep III, sobre sus innumerables mujeres, su pereza de déspota oriental, proyectando sobre Egipto fantasmas y crueldades sin ninguna relación con la realidad egipcia. Tomemos un ejemplo concreto: en el año 10 de su reinado, Amenhotep III toma por esposa a Gilukhipa, hija del rey de Mitanni, región de Asia con la que Egipto había tenido problemas. Ese «matrimonio» diplomático tenía por objetivo sellar la paz y evitar cualquier conflicto. Se fabricaron escarabajos con los nombres de Amenhotep III y de Tiy, quienes de este modo proclamaban la necesidad de este acto político. Tiy no tuvo que luchar contra una extranjera, pues Gilukhipa, a semejanza de las otras «esposas diplomáticas» del Imperio nuevo, adoptó un nombre egipcio y se instaló en la corte.

Tiy tenía su residencia habitual en la maravillosa ciudad de Tebas, la ciudad victoriosa simbolizada por una mujer sosteniendo un arco, flechas y una maza blanca. La Tebas de los verdes jardines, los incontables estanques y lagunas, la de las grandes villas rodeadas de árboles y templos magníficos donde residían las divinidades. Tebas, la reina de las ciudades y la matriz del mundo. Tebas, donde las invitadas a los banquetes rivalizaban en elegancia y donde los días transcurrían felices.
Tiy disponía de una administración eficaz, la «casa de la reina», integrada en la «casa del faraón». Lo que nosotros llamamos hoy día «palacio» se presentaba como un conjunto sagrado y profano a la vez, donde convivían sacerdotes y funcionarios. En la «casa de la reina» había talleres poblados de artesanos, panaderos, cerveceros, carpinteros y orfebres; contaba con almacenes, un erario, servicios médicos y laboratorios. La soberana reunía a sus mayordomos y jefes de equipo, velaba por la buena gestión de sus bienes y actuaba como una auténtica directora de empresa.

EL LAGO DE TIY

En el año 11 del reinado, el primer día del tercer mes de la primera estación, es decir, hacia finales de setiembre, el rey ordenó construir un lago en honor de la gran esposa real Tiy. El emplazamiento escogido fue Yaruja, al norte de la ciudad de Jammin, de donde eran originarios los padres de la reina.
Las dimensiones del lago eran bastante impresionantes: 3.700 codos de largo por 700 de ancho, es decir, cerca de dos kilómetros por 365 metros. Una vez más, la «emisión de escarabajos» nos pone al corriente del acontecimiento. Los ingenieros egipcios y su personal fueron tan hábiles que la fiesta de inauguración del lago tuvo lugar… quince días después, lo que parece imposible.
En esta ocasión, la barca real, sin duda chapada en oro, navegó por el lago brillando con mil luces. El nombre de la barca era de lo más significativo: «Atón resplandece”. Atón, el nombre egipcio del disco solar. Atón, el dios que el faraón Ajnatón incluiría en su nombre unos años después y en honor del cual erigiría una nueva capital.
¿Se trataba realmente de un lago de placer sólo para la distracción de la reina? De ninguna manera. Como ha demostrado Jean Yoyotte, el rey quería construir un depósito de irrigación para mejorar los cultivos. Al cerrar los canales que cruzaban los diques, los técnicos habían creado un «lago» artificial cuya masa de agua bastaría para empapar el suelo y facilitar su fertilización. La verdadera apertura del depósito consistió en abrir canales para permitir que el agua fluyese. Previamente, la navegación ritual de la barca «Atón resplandece» había consagrado el estanque y hecho fecunda la tierra. La reina, una vez más, había desempeñado su función divina.

LA REINA VIUDA

Al cabo de muchos años de felicidad, una terrible prueba se le presentó a Tiy: la muerte de Amenhotep III. La reina hizo grabar en un escarabajo conmemorativo esta conmovedora inscripción: «La gran esposa real, Tiy, ha redactado este documento, que es suyo, para su hermano bienamado, el faraón”. El hermano bienamado, junto al que había reinado sabiamente, había partido hacia el Hermoso Occidente dejándola sola a la cabeza del Estado.
Tenían dos herederos aptos para reinar: una hija, Satamón, la «hija de Amón», y un hijo, llamado a convertirse en el cuarto del linaje de los Amenhotep. Pero eran jóvenes y, tanto uno como el otro, carecían de experiencia.
Tiy tuvo que sobrellevar la prueba y reinar. En una carta, el rey de Mitanni, Tusratta, escribía a la reina lo que sigue: «Conoces todo lo que he hablado con tu marido, el faraón. Sólo tú conoces esas palabras”. Tiy, efectivamente, era la única que conocía todos los secretos de Estado y podía conducir la nave de Egipto, una ciencia que transmitió a sus hijos. El joven Amenhotep IV y su esposa, Nefertiti, fueron sus atentos discípulos.

TIY Y LA «REVOLUCIÓN» DE AJNATÓN

Satamón, la hija de la reina, no llegó a tener ningún protagonismo. Por supuesto, dispuso de importantes propiedades y disfrutó de una posición preeminente en la corte; pero desapareció de los documentos oficiales, ya fuera debido a una muerte prematura, ya porque renunciara al peso del poder.
Una nueva pareja real, formada por Amenhotep IV y por Nefertiti, pasó a ocupar entonces el primer plano de la escena, no sin realizar antes un llamativo gesto. Después de un inicio de reinado «tradicional», Amenhotep IV cambió de nombre, es decir, de programa espiritual y político, y se convirtió en Ajnatón, «el que es útil a Atón»; el nombre de aj, que significa a la vez «ser útil» y «ser luminoso» incluye un juego de sentido. Como Atón era una forma divina sin punto de anclaje particular en el territorio egipcio, Ajnatón creó para él una ciudad, Ajtatón, «el lugar de luz de Atón», en la zona de Tell al-Amarna, en el Egipto Medio. La corte se trasladó hasta allí y Tebas se vio reducida al rango de una ciudad de segundo orden. No sólo no hubo una guerra civil, sino que además el propio Ajnatón fijó los límites de su experiencia en el espacio y en el tiempo. En el espacio, sus hitos, en forma de estelas, delimitaron el territorio del dios Atón; en el tiempo, la supremacía de Atón llegaría a su fin con la muerte del rey.

¿Qué papel jugó exactamente Tiy en esta mal llamada «revolución»? Considerarla su inspiradora es, sin duda, excesivo, pero ella no se opuso. ¿Cómo habría podido ella, viuda del faraón, contestar la voluntad del rey? Tiy, según parece, se mantuvo al lado de su hijo y actuó de vínculo entre Tebas y la capital del dios Atón, donde habitaba en un palacio que su hijo había hecho construir para ella. Tebas no había muerto como ciudad, y Tiy tuvo que realizar un buen número de viajes para mantener los lazos entre las ciudades de Amón y de Atón. Durante la estancia de Tiy en la nueva capital se organizaron banquetes en su honor. Nefertiti le hizo el honor de un cálido recibimiento y Ajnatón la llevó al templo de Atón. En el gran patio, bañado por los vivificantes rayos del sol, el rey sostuvo la mano de su madre; ambos se recogieron con expresión de dignidad y serenidad. Más allá de la ternura y del respeto mutuo, este gesto prueba que Ajnatón se situaba en una continuidad dinástica avalada por la reina madre y que no era su intención introducir ningún cambio en la institución faraónica.

Muy buena conocedora de la política internacional, tal vez Tiy alertara a Ajnatón cuando llegó el día en que el prestigio de Egipto empezó a decaer. Más preocupado por la puesta en práctica de su mística solar, el rey desdeñó los informes inquietantes procedentes del extranjero. Cuando su madre murió, en el año 8 de su reinado, nadie colmó el vacío que ella dejó.

¿TIY EN EL VALLE DE LOS REYES?

¿Dónde fue enterrada Tiy? Existen importantes indicios que nos orientan hacia la tumba número 55 del Valle de los Reyes, una modesta sepultura carente de decoración esculpida, como era regla común para las personas que no eran faraones pero que disfrutaron del insigne privilegio de reposar en este excepcional lugar.
La tumba 55 contenía objetos con el nombre de Amenhotep III y de Tiy. Según uno de los arqueólogos, contenía un trineo para la momia, un féretro, amuletos, frascos de perfumes y varias piezas raras… que desgraciadamente resultaron destruidas al sacarlas del panteón. Notas no publicadas e informes de excavación poco fiables nos han condenado a permanecer en la ignorancia. La tumba 55 tal vez tenía como función albergar la momia de Tiy y luego sirvió de escondrijo a Ajnatón, antes de cambiar de destino en la época ramésida. Son hipótesis plausibles, pero nada más que hipótesis.
La reina dejó un recuerdo duradero; varias fundaciones funerarias, en Tebas y en el Egipto Medio, celebran su memoria y fue objeto de culto. Tiy, gran esposa real de un monarca sabio y benefactor, una reina de transición entre la época luminosa de Amenhotep III y la experiencia religiosa de Ajnatón, marcó su tiempo con una huella indeleble »[1]
[1] JACQ CHRISTIAN. LAS EGIPCIAS .Retratos de mujeres del Egipto faraónico. Traducción de MARÍA JOSÉ FURIÓ. © Editorial Planeta, S. A., 1997, Barcelona (España).

Ediciones 2011-19

Egipto 1785-1500 ac-historia

En Egipto 1785-1500 AC (antes de de la era cristiana), vamos a dar un estudio global a la historia antigua de los egipcios en este periodo de tiempo, de tal forma que podamos apreciar no solo su riqueza cultural sino el modelo copiados por muchos de sus vecinos en el plano religioso y mítico.
Para comprender un poco el nudo giordano que habremos de desenredar respecto al posible Éxodo Judío, nuestro introito ha de empezar desde el año 1.785 a.C. (todas las fechas a partir de aquí y salvo que se diga lo contrario son antes de la Era cristiana).

La Dinastía XIII (alto Egipto) se instala en el palacio faraónico, con un gran número de reyes, siendo un periodo de turbulencias (un siglo) y pobreza.
Invasores de raza oscura, procedentes del este invadieron Egipto[1], quemando las ciudades y arrasando con su riqueza(los hicsos, «gobernadores de las tierras altas», que eran semitas errantes[2] que comerciaban sus productos con Egipto, o buscaban refugio, o requerían espacio para abrevar sus rebaños).

El hambre y/o los movimientos étnicos, trajeron inmigrantes semitas (nómadas y cananeos que no constituían un solo pueblo o tribu) al Delta (junto a hurritas), ingresando por el Sinaí, fundando un Estado en el Bajo Egipto (hasta Siria) y controlando sus posiciones de poder durante varios años. Que un grupo de reyes pastores tuvieran mayor preponderancia que su vasta cultura agrícola era humillante. Estos pueblos invasores son del linaje de los hebreos, que luego denostarán de su extracción cananea. Sin embargo los estudios recientes confirman que el ascendiente asiático residía en Egipto desde la anterior dinastía, actuando muchos de ellos como camareros, cocineros, sastres, etc.

Su llegada universalizó el uso del bronce, se trajeron los carros tirados por caballos, las armaduras de escamas, el telar vertical, la lira, el laúd de cuello alto y el oboe. Pagaron tributo o al menos mantenían cordiales relaciones comerciales con los minoicos y babilonios.
Gobernaron los sus estados del Delta desde Menfis en primera instancia y luego desde Avaris en el Noreste.

Los indicios sugieren que una Dinastía XIV trataba de gobernar a su vez los pueblos del bajo Egipto; este enfrentamiento entre dos caudillos y familias debilitó la estructura defensiva del pueblo egipcio y permitió su debacle. Dos linajes de hicsos gobernaron a Egipto, las dinastías XV y XVI, poseyendo nombres extranjeros como Jacob-El, Anath-her y Khyan; adoptaron nombres reales egipcios y adoraban a Ra y a Seth (Sutekh, el equivalente egipcio de su Baal). No se dispersaron demasiado ciñendo sus fronteras al bajo Egipto y a Siria. Establecieron su capital en Avaris, en la orilla noreste del delta del Nilo.

Puede que durante el período de dominación de los hicsos, entrasen en Egipto gran cantidad de inmigrantes asiáticos desde el sur de Siria (Canaán). Bajo un gobierno nativo, una inmigración de esta índole habría despertado grandes recelos y no se habría alentado su entrada en el país. Los reyes hicsos, en cambio, debieron acoger a estos inmigrantes como compatriotas asiáticos con los que podían contar para su programa de mantener a los nativos egipcios bajo control.
De hecho, la historia bíblica de José y sus hermanos tal vez refleje este período de la historia egipcia. Sin duda, el benévolo monarca egipcio que convirtió a José en su primer ministro, dio la bienvenida a Jacob y asignó a los hebreos un lugar allí (en el delta al este de Avaris), no pudo haber sido un egipcio nativo. Fue sin duda un rey hicso.»[3]

Año 1.645. Los inconformes habitantes de Tebas establecieron su propia monarquía, la llamada Dinastía XVII, que compartió estelaridad y protagonismo al coexistir con su homóloga hicsa (dinastía XVI). Durante este periodo considerado, los invasores hicsos aplacaron su voracidad guerrera, se sedentarizaron, se asimilaron a la cultura egipcia, mientras los nativos asimilaron en propiedad las novedades foráneas, incorporando por ejemplo el empleo de carros y caballos.

Un poco antes de 1.570, Iah-Hotep, «el dios luna está en paz» hija del rey Taa I y de la reina Tetisheri, originaria de Tebas, comienza la campaña de resistencia para expulsar el poder invasor. Su valiente esposo, el rey Seqenenre-Teo, «el que ve aumentado su valor por la luz divina» conducía las tropas, muriendo en el frente de batalla. Iah-Hotep quedó viuda y con dos hijos, Kamosis y Ahmosis.

Kamosis (Kamoses, «Ha nacido la potencia), príncipe Tebano, retoma la bandera de la libertad agitada por su progenitora y empieza la liberación egipcia del control extranjero; no obstante fue un hermano menor suyo, Ahmés (Ahmosis o Ahmose)[4]«el de las grandes transformaciones, el toro en Tebas, el que reúne las Dos Tierras, la luz divina (Ra) es el señor de la fuerza»quien logró terminar la emancipación,tomando Avaris, la capital de los foráneos y expulsando a los hicsos[5],quienes según Manetón emigraron a Siria y se establecieron definitivamente en lo que ahora se conoce como Judea.[6]

También, según este autor egipcio (conocemos una cita indirecta), por lo menos doscientos cuarenta mil hombres salieron de Egipto y fundaron Jerusalén.[7]
Hizo también Ahmés una excursión militar[8] a Fenicia y Siria (que eran una confederación inconexa de varias naciones en pugna permanente) agrandando los límites de Egipto bajo su audaz égida. Reforzó el control sobre el flujo de emigrantes de Canaán al Delta, estableciendo un sistema de fuertes a lo largo de la frontera oriental del Delta, apalancado en tropa y funcionarios.
Doblegó a la siempre ambiciosa nobleza y restableció e poderío egipcio en el norte de Nubia. Se casó con una mujer excepcional Ahmés-Nefertari «nacida del dios-luna, la más bella de las mujeres», quien fue la encargada de fundar una nueva institución económica y religiosa, un colegio de sacerdotes y sacerdotisas de Amón. Es el inicio de la Dinastía XVIII, la más importante de la historia egipcia, con ella adviene el Imperio Nuevo.
Al parecer algunos asiáticos se quedaron en calidad de esclavos, despojados de todo poder e influencia[9] (como medida defensiva a futuro, de la potencial retaliación de los hicsos[10]). Es el posible origen de las leyendas israelitas post-José.

Año 1.545.
Amenhotep I (Amenofis)[11] asciende al trono del faraón[12] y gobierna por 21 años. En sus años de infancia, gobernó como regente su mamá Ahmés-Nefertari, quien fue una mujer longeva (vino a fallecer bajo el reinado de Tutmosis I).Consolidó las posiciones egipcias en el Sinaí y avanzó considerablemente al Oeste del Nilo (actual desierto del Sahara, que en estas fechas tenía reductos fértiles y población considerable; habían viñedos, olivos y ganados), dominando a Libia[13]. Este movimiento estratégico, de ubicar contingentes de sus tropas en estos territorios, acabó con las hordas de asaltantes que robaban las comunidades agrícolas del Nilo.
Es el primero en encontrarse a los hapiru en Canaán, llevando a algunos de ellos cautivos para ponerlos a trabajar en proyectos de construcción en Egipto.
La pobreza a que estaban sometidos los reyezuelos cananeos de Palestina ha dejado muy pocos testimonios de un arte totalmente condicionado por el Egipto del Imperio Nuevo, tanto en importaciones como en imitaciones, como las halladas en Beisán y Lakish.»[14]

Pasados veintiún años, Tutmés I, gobierna Egipto y su mandato dura 19 años (6 dicen otras fuentes). Llegó hasta la cuarta catarata y también conquistó las costas orientales del Mar Mediterráneo (Siria y Palestina), llegando incluso hasta Karkemish, sobre el alto Eufrates. Es considerado el mayor guerrero de Egipto.
Artísticamente se empiezan a construir colosales estatuas y enormes templos en Tebas.

[1] Fue realmente un proceso gradual de inmigración cananita a Egipto; no una campaña militar conjunta. Las excavaciones arqueológicas en Avaris lo confirman y desmienten la versión «acomodada» de Manetón que es la usada por la historia oficial.
[2] Adoradores del dios Seth, que en la mitología tradicional egipcia encarna las turbulencias de la tempestad y el poder hostil del desierto (Hadad o Baal). Baal-Seth, es el nombre del culto impuesto por estos invasores.
[3] ASIMOV Isaac,Historia de los Egipcios, Alianza Editorial, Madrid, 1993., página 76.
[4] «el de las grandes transformaciones, el Toro en Tebas, el que reúne las dos tierras, la luz divina (Ra) es el señor de la fuerza»
[5] Que en realidad constituían una alianza tenue de tribus semíticas de Siria y sus alrededores a donde volvían, dejando de existir como hicsos, pero continuando sus existencias como cananeos, amorritas y fenicios, para seguir disputándole a Egipto los territorios adyacentes al Mediterráneo Oriental.
Habría un choque con la cronología propuesta en la Biblia que en 1 de Reyes 6:1 considera que el Éxodo (cien años después de la expulsión de los Hicsos), tuvo lugar 480 años antes de iniciarse la construcción del Templo de Jerusalén (1.440 a.C.) en el cuarto año del reinado de Salomón. El tema se complica si tomamos a pie juntillas la construcción de la ciudad de Ramsés (Éxodo 1:11) previo a su salida. El primer faraón llamado Ramsés existirá hasta el año 1.320 y la ciudad concreta de Pi-Ramsés («La casa de Ramsés») se construyó en tiempos de Ramsés II (1.279-1213 a.C.)
[6] ASSMANN Jan, Moisés el egipcio. OBERON Historia, Grupo Anaya S.A., Madrid 2003, página 45.
[7] JOSEFO Flavio, Contra Apión, en AUTOBIOGRAFIA. CONTRA APION, biblioteca básica GREDOS, 189, Madrid, Editorial GREDOS 1994, página 191.

[8] El ejército egipcio tenía a su favor el fervor nacionalista, el estar bien adiestrado y la moral elevada. Además había incorporado a sus fuerzas, carros y caballos.
[9] Trabajaban en las minas, las canteras y la construcción en general.
[10] Tenían buenas relaciones con los líderes de las poblaciones de Palestina.
[11] Quizás era el rey tipo, propuesto por el relato del Éxodo que habla del faraón «que nada sabía de José».Había pasado mucho tiempo, el faraón procedía del sur y desconocía la historia reciente del periodo hicso.
[12] Ya no solo eran sacerdotes y hasta dioses, ahora eran grandes generales, enalteciendo su soberanía ante los ojos del pueblo, mudándolo en un símbolo de poder más efectivo. En el imperio nuevo el rey obtuvo un nuevo título. Hasta el momento se referían a él indirectamente. Es a partir del Imperio nuevo que el título faraón se empieza a usar; la confusión de uso parte del anacronismo empleado por los escribas del Éxodo, que citaban a los gobernantes egipcios anteriores como faraones.
[13] Nombre que se daban a sí mismos una tribu aborigen. Los egipcios generalizaron con este nombre a todo el norte de África al Occidente del Nilo.
[14] OCHOA José, Atlas histórico de la Biblia, Antiguo Testamento, Acento editorial;Madrid 2003, página 88.

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Psametico II y los judios

Psamético II (595-589 a.C.) había sucedido a Necao II como Faraón en Egipto.Veamos cuales fueron sus nexos con los judíos de Israel y Judá durante este periodo.
Volvió sus ojos hacia el sur, hacia Nubia, conformando su ambición con estas expediciones donde los mercenarios griegos eran la constante.
Asumiendo el trono de rey de Egipto Psamético II, retornó Egipto como importante potencia internacional, sustituyendo a Asiria en sus antiguos territorios de dominación, entre ellos Filistea, Fenicia y la zona del anterior reino de Israel, por la época del rey Josías. Este rey quiso aprovechar el hundimiento asirio para lograr la unidad nacional de todo el pueblo de Judá e Israel (haciendo eco de la promesa de una nación numerosa y agrupada, viviendo tranquila en su propia tierra). Egipto y su monarquía imperante se interponían en estos anhelos del rey Josías.
Los reveses de los judíos frente a Babilonia movilizó masas de refugiados de esa nación en Egipto; Psamético II los contrató como mercenarios y con ellos fundó la guarnición de Elefantina (isla del Nilo después de la primera catarata. llamada por ese tiempo, Yeb) para contener las represalias de los nubios. Estos exiliados judíos desarrollaron una ortodoxia particular diferente de la desarrollada por quienes estuvieron en Babilonia. Adoraban a Ywh  y su templo quedaba al lado del santuario dedicado a Khnum, el dios con cabeza de carnero.