Religiosidad en el paleolitico

El tema que vamos a abordar es el de la religiosidad en el paleolitico, espero sigan con nosotros el desarrollo de este tema.
Basado en el libro Fundamentos culturales del judaismo I, historia cultural del Medio oriente, del paleolítico al 1436 a.C.)

¿Cómo fue evolucionando el pensamiento religioso de los humanos en medio oriente hasta dar con la producción recopilada en los escritos veterotestamentarios? Esta pregunta la trataremos de responder en varias etapas, entrando a demostrar que las creencias allí plasmadas, reflejan anhelos de todas las culturas primigenias y corresponden efectivamente a intentos de solucionar sus dudas y enigmas, por medio de imaginerías y mitos, sus utensilios de conocimiento disponibles hasta tanto la razón no alcanzara cimas importantes de progreso.

Homo Erectus

Hemos de remontarnos hasta el Paleolítico inferior o edad de piedra antigua[1], hará cosa de entre 500 y 600.000 años aproximadamente, cuando uno de nuestros antepasados, el Homo erectus, un homínido (es decir un animal parecido al hombre), cuya capacidad craneana de adulto llegaba a los 1.200 centímetro cúbicos, aprendió a vestirse con pieles, a vivir en cuevas, a hacer fuego y a mantener la llama encendida.
Estos homínidos tenían un tanto más claro que sus predecesores, el concepto de hogar y de convivencia social en general, vivían agrupados en hordas primitivas al mando de un líder macho, poderoso, que poseía a todas las hembras, incluyendo hijas, que podía llegar a recelar de sus hijos – prescindiendo del menor, quien favorecido por la madre suplantaría al anciano padre-, y, por ende proscribirlos, castrarlos o asesinarlos (debiendo formar su propia horda, raptando las que serán sus mujeres).Especimenes de estos homínidos anduvieron por tierras de Asia occidental, procedentes de África. Su alimento lo conseguían carroñeando animales muertos y yendo de cacería.

Homo neanderthalensis

Hace unos 300.000 años aparece otro homínido en el juego de supervivencia y adaptación de la naturaleza, el hombre de Neandertal (Homo neanderthalensis), que poseían arcos superciliares más abultados y notorios, dientes grandes y una capacidad craneal adulta de unos 1.450 CC. Su contextura gruesa lo capacitaba para resistir las oleadas frías en magníficas condiciones. El cenit de este espécimen, ocurrió en el paleolítico medio (corresponde en el tiempo desde el año 128.000 hasta el 45.000). De ellos se decía que conocían el enterramiento en auténticas sepulturas, en posición fetal (por practicidad o por pensamiento religioso-posiblemente para garantizar el retorno al seno de la Tierra) bien sea para alejar los cadáveres de su vista o como un primer ritual religioso, puesto que se hallan flores y huesos de animales junto a los cadáveres, lo que induce a pensar que creían en una vida de ultratumba.

Homo sapiens

Es en el año 50.000 que el Homo Sapiens se presenta en la línea del tiempo para competir por la subsistencia con los otros homínidos, quedando en esta pugna en solitario rápidamente.
Se dice que a partir del paleolítico superior (años del 45.000 al 19.000 aC.), se consolida el avance humano, fabricando útiles de madera, hueso y sílex, abandonando las cavernas y construyendo albergues artificiales; se organizan en clanes, como una asociación de hordas que se colaboraban mutuamente.

La primera figura de arte prehistórico conservada data del 35.000- 40.000 antes de nuestra era y es la llamada Venus de Hohle Fels (también conocida como la Venus de Schelklingen) y que fue encontrada en 2008 en Suabia, Alemania y que mide unos 6 cm.

Desde el año 30.000 aproximadamente el hombre de Neandertal se había extinguido y la única especie de homínidos sobreviviente fue la nuestra. Estas figuras de Venus, es un nombre genérico empleado para las representaciones femeninas de varias culturas y tiempos con características semejantes.

El llamado hombre de Cro-Magnon enterraba sus muertos junto a ofrendas rituales y creía en la vida más allá de la muerte.
Su cohesión social era mínima; sentía predilección por cazar aisladamente, practicando una economía de subsistencia sin producir el alimento que consumían. La noción de vivir oscilaba alrededor de la consecución de alimentos.
Desde entonces, empezamos a conocer las primeras manifestaciones artísticas del ser humano, con una salvedad: Implícitamente debemos reconocer que el concepto original de arte tenía connotaciones prácticas, nada decorativas. Eran representaciones mágicas, donde se plasmaban escenas de caza, se representaba el animal: esto favorecía su captura por parte del grupo pintor. Aparecen las primeras pinturas rupestres y su percepción hacia lo trascendente, hacia la dualidad –incluyendo la sexual- y hacia lo insólito y desconocido. Inicialmente se trataba de manos pintadas (contornos o improntas en las cuevas) que ponen por primera vez para el humano primitivo, de relieve, la noción de la forma y del símbolo (donde una cosa ficticia puede ser igual a una real). Luego vinieron los grabados de animales sobre restos óseos.

Hasta iniciar este periodo los humanos vivían en la llamada isla del mundo: Asia, África y Europa. Durante el año 25.000 (desde nuestra época), después del descenso del mar ocurrido luego de un periodo glaciar, los seres humanos aprovecharon para llegar a otros extremos de la geografía terrestre.

Pero la sola posesión de un cerebro particularmente desarrollado, para esquivar enemigos y las labores de consecución de alimento no garantizaría la supremacía de la especie sobre los demás seres vivos. Es cuando aprende a tener control sobre su ambiente, cuando observa, generaliza y crea tecnología que lo logra.

La sutileza fue mejorando; la habilidad de numerar y medir, le permitió dimensionar que el universo era potencialmente comprensible y manipulable.

¿Qué lo impulso a contar? Las sucesiones de días y noches- de las que se obtiene la certeza que al morir un día saldría de nuevo el sol-,generándose conciencia del tiempo, colaboraron, no obstante, para especializar esta medición: la rudeza del sol no ayudaba, cosa que la luna sí permitía, en las noches, con mejores temperaturas y luz tenue.

Detrás de ese astro y su crecer y decrecer, como un devenir de nacimiento y muerte se alberga la simbología de los ritmos de la vida; las fases lunares, que incluyen tres días durante los cuales no se ve[2], controlan, directa o indirectamente, las aguas, la lluvia, la vegetación y la fertilidad. Al menos eso le parecía al humano del paleolítico. Él no sabía, como nosotros, que también gracias a que la luna fue atrapada por la gravedad terrestre hace unos 300 millones de años, empezaron las mareas (de las cuales es responsable en unas 2/3 partes, la otra fracción le corresponde al sol) y colaborando a que la vida saliera de los océanos, evolucionara y poblara los continentes. Hubiera tenido conocimiento de esto en esa fase de su desarrollo cultural, se hubiera aferrado más aún, a su simbología.[3]

Bajo influjo de la luna fue creado el primer calendario, o la primera noción del control del tiempo (que fue lunar), dejándonos remembranzas en fiestas nocturnas como La Navidad, Pascua y Pentecostés.

El primitivo percibió sus fases cíclicas y las asoció a procesos de medición del tiempo. Cuarto menguante y la aparición de la luna nueva convencería al individuo de los conceptos de muerte y reencarnación (Metáfora de la inmortalidad), base de los movimientos religiosos. Para saludar con alegría el surgimiento de esta luna grande y plena, de luna nueva, el sujeto cronometraría su re-aparición. Hecho este cálculo, se asociaría que 12 lunas nuevas englobaban un periodo estacional (de estaciones repetitivas). Los calendarios entonces nacen de la observación de la luna, como un acercamiento a la comprensión cósmica, volviendo al sujeto un ser intelectual. Entre mayor precisión de los calendarios del cielo y el movimiento de los astros principales, mejor se podría predecir la temporada de caza conveniente, el periodo de siembra, etc.

Tal vez hubiera ya una posible relación entre culto a los muertos[4] y culto incipiente a la fecundidad (relaciónese con el carácter cíclico de las sociedades que descubren la agricultura, dependientes a su vez de las fases lunares); se perciben rituales de cacería, enterramientos ceremoniales, culto a animales y sitios totémicos.

No es descabellado, afirmar junto a Eliade, que el hombre paleolítico conocía cierta cosmogonía mítica, como las aguas primordiales y un creador (antropomórfico o como animal acuático), mitos de ascensión al cielo, símbolos del arco iris (el puente que une con el otro mundo), etc. Parece que sentía temor reverencial y percibía el carácter sagrado del cielo.[5]

En esta etapa del desarrollo cultural, en esta suerte de niñez mental, la imaginación cuenta más que el razonamiento, el atribuirle a las entidades físicas de la naturaleza, voluntad, pensamiento y habla. Surgen los primeros mitos como intento de explicación frente a lo desconocido o para explicar de alguna forma las relaciones del hombre con el universo; allí se narra en lenguaje simbólico el origen de las cosas y de los resortes básicos de una civilización, transcurriendo la acción casi siempre en un tiempo anterior a la creación del mundo actual.

Se calcula que desde el año 14.000 la especie humana aprende a domesticar al perro, animal gregario que aceptó al hombre como jefe de la manada, le ayudaba a cazar y recibía como recompensa una parte de ella.
El modelo exitoso con los canes condujo a domesticar otros animales en el oriente medio, como las ovejas y las cabras (año 12.000). Estas fueron alimentadas, cuidadas y estimuladas a reproducirse; a su vez proporcionaban leche, queso, mantequilla y carne: el suministro y la variedad de alimentos crecía. Las cabras reemplazaron como fuente de carne a las gacelas. Por estas fechas se datan las primeras recogidas de cereal hasta convertirse en cultivo intencionado, en tierras palestinas y egipcias (donde además se hallaron piedras de moler).

[1] Fase que abarca desde 1.400.000 años atrás y llega hasta hace 128.000 años.
[2] Que hacía presumir su muerte y posterior resurrección.
[3] También ha colaborado desde otra perspectiva, menos notoria a primera vista, en la duración de nuestros días. Su ciclo de rotación alrededor de la tierra ha frenado la velocidad del ciclo propio de nuestro planeta: en los orígenes del universo el día tenía una duración de 20,4 horas (73.440 segundos); cuando las pirámides de Egipto (sobre el 2.500 a.C.) duraba 86.399,93 segundos y actualmente, 24 horas o 86.400 segundos.
[4] Se creía en el espíritu de los muertos y se visualizaba una comunidad de difuntos; se concebía la muerte como una prolongación de la vida, con necesidades semejantes a las nuestras, sino ¿porqué los enterramientos rituales con ajuar, adornos y atributos del finado en vida?
[5] RIENS Jean, “Paleolítico (religión del)”, en Diccionario de las religiones, Editorial Herder, Barcelona, 1987, página 1354.

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