Año nuevo Antiguo Egipto

Durante varios años, la noción del Año Nuevo Antiguo Egipto ha rondado en mi mente, aunque frecuentemente la postergaba o me sumergía en otras temáticas para mis blogs. No obstante, siento que ha llegado el momento oportuno para explorar este fascinante tema.

Año nuevo Antiguo Egipto
Año nuevo Antiguo Egipto

Introducción

El Año Nuevo en el antiguo Egipto, conocido como «I Akhet 1», se alineaba con dos acontecimientos de gran relevancia para la civilización egipcia. Uno de ellos era la llegada de la inundación del Nilo, el sagrado río que desempeñaba un papel fundamental en la vida de esta cultura. La inundación del río Nilo, que era atribuida a diferentes mitos, era considerada por los egipcios como un signo divino, principalmente relacionado con la presencia del dios Hâpy. Esta inundación era esencial para la prosperidad de las civilizaciones antiguas.

Concomitantemente con esta inundación, los egipcios anticipaban el avistamiento de la estrella Sothis (Sirio), la cual marcaba el comienzo del Año Nuevo en Egipto. Esta celebración se caracterizaba por su grandiosidad y entusiasmo, extendiéndose por todo el territorio egipcio. Sin duda, constituía uno de los eventos más significativos en el calendario anual.

Durante este periodo, los egipcios solían realizar ofrendas tanto a sus deidades como a los difuntos. Adicionalmente, se acarreaba agua del Nilo como parte de los rituales ceremoniales.

La llegada del Año Nuevo en Egipto era la oportunidad para que los ciudadanos participaran en una variedad de rituales y procesiones. Incluso el Faraón en persona otorgaba regalos de diverso valor a sus más leales servidores, asegurando así su perpetua lealtad.

Fecha, cuándo se celebraba

La festividad del Año Nuevo en el antiguo Egipto existió y, ciertamente, ¡fue una celebración de gran magnitud! Sin embargo, a diferencia de nuestra cultura contemporánea que festeja el 1 de enero, esta festividad no se llevaba a cabo en esa fecha…

De hecho, si ajustamos esta tradición a nuestro calendario, ¡debería situarse alrededor del 19 de julio! (La festividad de Nochevieja se celebraba con la llegada del ascenso helíaco de la estrella Sirio, conocida por los antiguos egipcios como Sôptis). El primer día… ¡La apertura del nuevo año! Esto ocurría en el primer mes de la inundación… El Día de Año Nuevo: «I Akhet 1″…

El «I Akhet 1» tenía un significado simbólico en relación a la inundación del Nilo, aunque esta sincronización no era constante debido a las variaciones anuales en el calendario del antiguo Egipto.

Esta fecha conllevaba una connotación de renovación y prosperidad, ya que la inundación del Nilo era crucial para los egipcios, ya que depositaba fertilizante limoso en los campos, asegurando buenas cosechas.

Los eruditos egipcios, al notar la coincidencia entre el inicio de la inundación del Nilo y la aparición celeste de Sopdit, fusionaron ambos fenómenos.

El calendario registrado por orden de Ramsés III en las paredes exteriores de su templo en Medinet Habu atestigua que la festividad de Sopdit (Sôptis) coincidía con el Año Nuevo. Simbólicamente, en el día del Año Nuevo, durante el séptimo año del reinado de Thoutmose III, Hatshepsut proclamó su «coronación» (según se encuentra grabado en las paredes del templo de Deir el-Bahari).

De hecho, aunque habría tenido lugar entre el «II Peret 1» y el «IV Chémou 30», es decir, mucho más tarde en el año según las inscripciones de su único obelisco aún en pie en Karnak, proclamó su coronación en el Día de Año Nuevo, buscando capturar el simbolismo de esta fecha de manera ideal.

Año y calendario

En el tejido de la antigua cosmovisión egipcia, el concepto de año estaba intrínsecamente entrelazado con el ciclo agrícola, específicamente con el período requerido para el florecimiento de las cosechas. Este ciclo anual se ponía en marcha en estrecha relación con la imponente inundación del Nilo, un acontecimiento de vital importancia para la subsistencia de la civilización egipcia. La génesis de este año se sincronizaba con el momento en que las aguas alcanzaban Menfis, aproximadamente alrededor del 20 de junio.

No obstante, esta fecha, a menudo caprichosa en su fluctuación, ha perpetuamente desafiado a los historiadores en su empeño por determinar una fecha exacta para el establecimiento del Año Nuevo egipcio.

El año, en su manifestación egipcia, se descomponía en tres Temporadas, cada una intrincadamente vinculada con las labores agrícolas y sus fases particulares:

  1. AKHET o la Temporada de Inundaciones (coincidente con el verano): Esta temporada era el preludio de la prosperidad venidera. La inundación anual del Nilo, acontecimiento que insuflaba vida al territorio, marcaba la crecida de las aguas que fertilizaban las tierras con su limo rico en nutrientes. La ansiada llegada de estas aguas nutricias daba inicio a la renovación y al proceso agrícola.
  2. PERET o la Temporada de Emergencia (equivalente al invierno): En esta etapa, el foco se desplazaba hacia la emergencia de las tierras de cultivo previamente inundadas. Con la retirada de las aguas, los agricultores se entregaban a la preparación y labranza de los campos para la siembra. La tenacidad y el esfuerzo invertidos en esta fase eran vitales para el futuro fructífero.
  3. SCHEMU o la Temporada de Cosecha (asociada a la primavera): La culminación del ciclo agrícola se manifestaba en la temporada de cosecha. Los esfuerzos sembrados en las etapas previas cristalizaban en la recolección de los cultivos maduros. Esta cosecha proveía sustento y seguridad, cimentando la estabilidad económica y social de la sociedad egipcia.

Este intricado sistema de temporalidad agraria no solo regía la vida práctica, sino también la cosmovisión de los antiguos egipcios. Las etapas del año estaban entrelazadas con sus creencias y rituales, encapsulando su profundo entendimiento de la naturaleza y la importancia de su entorno en su cotidianidad y en su relación con lo divino.

Cada estación en el antiguo Egipto abarcaba un ciclo de cuatro meses, sumando en total 360 días:

Akhet incluía los meses de Thot, Phaophi, Athyr y Khoiak (del 29 de agosto al 26 de diciembre).

Peret abarcaba los meses de Tybi, Mekhir, Phamenot y Pharmonti (del 27 de diciembre al 25 de abril).

Shemu comprendía los meses de Pakhon, Payni, Epiphi y Mesori (del 26 de abril al 28 de agosto).

A lo largo del Reino Antiguo, el calendario operaba con un ciclo solar de 365 días. En este sistema, los doce meses estaban compuestos por treinta días cada uno, y al final del año se añadían cinco días adicionales, conocidos como «epagomena». Cada mes se dividía en tres décadas de diez días cada una, y cada década estaba asociada a una deidad en particular.

Estos días extra, denominados «mykoydji-uabot» en la lengua egipcia, eran los «epagomena», y se insertaban al final de los 360 días del año calendario. Esta adición era esencial para que el Año Nuevo, conocido como «wepet-renepet», coincidiera con precisión después de un año calendario.

El Año Nuevo egipcio, en consecuencia, no se celebraba en invierno, sino que se situaba después de la salida helíaca de la estrella Sirio. Esto ocurría en el primer día de su visibilidad a simple vista, en conjunción con el amanecer. Este acontecimiento marcaba el inicio del nuevo año, resaltando la profunda conexión de los antiguos egipcios con los ciclos celestiales y naturales que guiaban su vida y prácticas rituales.

Fiesta: Año Nuevo Antiguo Egipto

La Significativa Celebración del Año Nuevo en el Antiguo Egipto

Indudablemente, el Año Nuevo constituía una de las festividades más prominentes y arraigadas en la cultura de los antiguos egipcios. En esta ocasión singular, un trasfondo de ofrendas y rituales atraía a todas las esferas de la sociedad, en un gesto de respeto tanto a los fallecidos como a las deidades veneradas, destacándose Ra, el sol divino, cuyo nacimiento se asociaba al día de Año Nuevo.

Un componente distintivo de esta festividad radicaba en la procesión solemne de vasijas rebosantes de «agua nueva», recolectada del sagrado río Nilo, hacia los templos consagrados. En estos santuarios se realizaban ceremonias luminosas que reinventaban la devoción a los dioses, al tiempo que se revitalizaban los vínculos sagrados.

El Año Nuevo también representaba una ventana de oportunidad para el faraón, quien podía otorgar gratificaciones a sus más destacados allegados, una táctica para consolidar aún más su autoridad. Los regalos que emanaban de la autoridad real en esta ocasión a menudo asumían formas de gran opulencia.

Las ilustraciones plasmadas en las paredes de la tumba de Kenamon, el mayordomo bajo el reinado de Amenhotep II, atestiguan el despliegue de lujo en estas circunstancias. Como figura eminente a cargo de distribuir los dones extraídos del tesoro real, estas ofrendas necesitaban la aprobación previa del monarca.

Los objetos de mayor estima se manifestaban en las estatuillas de oro con el retrato del rey, meticulosamente talladas en una profusión de posturas y trajes que encapsulaban la fortaleza y vitalidad del faraón.

En adición, se hacía patente la presencia de armas ornamentadas, tales como carcajes adornados con gemas preciosas, dagas, hachas y escudos, sin olvidar una variedad de asientos con respaldo, abanicos, cofres engalanados, espejos, jarrones preciosos y escenificaciones de caza.

En suma, el Año Nuevo egipcio no solo era un catalizador de honores y ofrendas, sino también una plataforma donde la riqueza de la cultura y la tradición egipcias florecía en un tapiz de rituales, regalos y conmemoraciones, generando un vínculo espiritual y sociopolítico entre el pueblo y su monarca.

Ediciones 2021-23

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