Londres hasta el siglo XVII historia

La historia de Londres prosigue en nuestro blog, esta vez hasta el siglo XVII, empezando en 1258.

En abril de 1258, Londres fue la sede del parlamento que llevó, con la participación del obispo, a la elaboración de las «Provisiones de Oxford», ciudad donde se trasladó la asamblea. Los ciudadanos londinenses rechazaron la llamada «Mise d`Amiens» que anulaba aquel acto (enero 1246). A instigación de algunos artesanos, un golpe de mano de sus habitantes desencadenó la guerra civil, que permitió a Simón de Montfort (h. 1208-1265) reunir en la ciudad, hacia e 24 de junio de 1264, la asamblea que decretó la tutela de Enrique II. Pero tras el fracaso del movimiento, el gobierno de la ciudad estuvo, de 1285 a 1298, en manos de un «guardián» (warden).

Convertida en auténtica capital de Inglaterra a tenor de la carta de 1327, la ciudad de Londres, que sellaba en este documento su alianza con la corona., fue también su emporio. A ella acudían desde el siglo XII los mercaderes flamencos, agrupados en las hansas de Brujas y de Ypres, erigidas en Hansa de Londres ya sin duda antes del 1187; seguían atrayendo también a los mercaderes de Colonia, cuyo establecimiento del Guildhall, fundado después de 1130, aguas arriba del puente de Londres, se incorporó un siglo más tarde a la factoría hanseática del Stalhof (Steelyard), recinto amurallado y privilegiado establecido entre la calle del Támesis y este mismo rio. A mediados del siglo XIII, los hanseáticos se habían hecho ya con el monopolio efectivo de la corriente de intercambios que unían a la capital inglesa con Nóvgorod. La comunidad extranjera acentuó el cosmopolitismo de la ciudad: debilitada por la expulsión de los judios en 1290, se vio reforzada por la presencia de los mercaderes italianos como los Peruzzi y los Bardi, que fueron autorizados a fundar sucursales a comienzos del siglo XIV, a condición de conceder importantes préstamos a los soberanos ingleses.

Esta comunidad extranjera, aunque explotada por los monarcas, cuya insolvencia financiera provocó la bancarrota de las dos firmas italianas en 1343 y 1345, obligando incluso a los mercaderes alemanes al pago de «subsidios» considerados contrarios a los privilegios hanseáticos, contribuyendo a la prosperidad de la ciudad. Pero favoreció también el nacimiento de una corriente xenófoba, que aumentó aun más con la presencia de tejedores flamencos, establecidos en Londres por los mercaderes de tejidos partidarios de la libertad de comercio. Se oponían, en cambio a esta libertad, las guildas o gremios, de la alimentación, de donde procedían los tres aldermen que el 13 de junio de 1381 abrieron las puertas de la capital a Wat Tyler (m. 1381), alma de la sublevación de campesinos que incendiaron acto seguido el Savoy o palacio de Juan de Gante.

Londres, punto de partida de la represión de la revuelta, desempeñó con frecuencia un papel activo en la crisis dinásticas que agitaron a Inglaterra de fines de siglo XIV y durante el siglo XV. Pese a ello, conoció un gran florecimiento económico, bajo el impulso de los mercaderes de paños que se arrogaron desde entonces el monopolio de la administración de la ciudad: de los 88 alcaldes que se registran en el siglo XV, 61 pertenecen a este grupo.

La ciudad de las cien iglesias, se desarrolló a partir del siglo XIV, entre dos polos opuestos: la City al este, centro de la vida económica, donde el orden era mantenido exclusivamente por la milicia urbana, y Wetminster, la ciudad real, al oeste, donde la vida política del país se organizaba alrededor de tres edificios: la abadía de Westminster, reconstruida en el siglo XIII y lugar de coronación de los soberanos; el palacio de Westminster, edificado por Guillermo II el rojo y sede del parlamento y, finalmente, el palacio de Whitehall, donde se instalaron, después del incendio de 1698, los servicios de administración real y de la corte.

En el siglo XVI, el destino de Londres experimentó un giro radical. Gracias a los grandes descubrimientos el puerto, en lugar de estar situado, como hasta entonces, en el punto terminal de las rutas marítimas del gran comercio europeo, se encontró en el centro de los nuevos ejes de los intercambios mundiales. El florecimiento del tráfico atlántico ofreció a Londres una oportunidad decisiva, que los «mercaderes aventureros» y los armadores de la ciudad supieron explotar con habilidad extrema. Los negocios se expandieron en todas direcciones: hacia el nuevo mundo, hacia oriente y hacia los países bálticos. Surgieron la Compañía de Moscovia (1555), el Royal Exchange (1568), La Compañía de las Indias Orientales (1600) y la Compañía de Virginia (1606) , entre otras.

La ciudad contribuyó en muy amplia medida a sentar las bases del primer imperio colonial británico. Al mismo tiempo, con la disolución de los monasterios y la secularización de sus bienes, amplias extensiones de las periferias adquirieron magníficas oportunidades al desarrollo urbano y a la actividad de los constructores. La aglomeración, hasta entonces constreñida al recinto amurallado, se desbordó rápidamente. Edificios, en especial las residencias particulares de la aristocracia, enlazaban, a lo largo del Strand, la City con Westminster, que, saliendo de su situación de aislamiento, quedó englobado en el perímetro urbano. Se iniciaron las construcciones del West End (Covent Garden en 1631, seguido de Leicester Square, ofrecían los primeros ejemplos de una planificación urbana de inspiración clásica). Sobre las riberas del Támesis, al este de la Torre, se alineaban viviendas, astilleros navales y talleres, mientras que en el sur crecía el arrabal Southwark, con sus posadas y sus teatros (concretamente el teatro shakespereano The Globe).

La expansión siguió su brillante curso en la época de los Estuardos, pero los años centrales del siglo xvii constituyen uno de los periodos más turbulentos de la historia de la ciudad: primero con la guerra civil (en la que Londres tomó partido contra el rey a favor de Cromwell), luego con la gran peste de 1655 (epidemia que arrebató la vida de al menos la séptima parte de la población) y, finalmente, sobre todo, con el gran incendio de 1666.Esta catástrofe afectó todo el centro urbano, destruyó la mayoría de edificios públicos (la catedral de St. Paul -san Pablo-, 87 iglesias y 11.000 viviendas) y dejó sin techo a decenas de millares de personas, pero, sobre el inmenso espacio devastado, se llevó a cabo una rápida obra de reconstrucción, actividad dirigida bajo la inspiración de sir Christopher Wren.

Desaparecía el Londres gótico en beneficio del Londres clásico y barroco. La presión demográfica favoreció la expansión hacia los suburbios: hacia el East End, Whitechapel (barrio de los judios), Spitalfields (refugio de los hugonotes franceses), Shoreditchs y hacia el West End, con la construcción noblemente ordenada de Bloomsbury.

El siglo xviii contempló la prolongación de este movimiento en todas direcciones: intercambios comerciales con ultramar, extensión del West End hacai Hyde Park (Mayfair) y Regent´s Park (Marylebone), construcción de nuevos puentes (Westminster, Blaclfriars), ornamentación de los bellos conjuntos clásicos del Londres «georgiano».

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Londres 43-1216 historia

Sigo con la historia de Londres, esta vez años 43-1216 de nuestra era.

Numerosos vestigios de origen romano (muralla, santuarios de Mitra…) atestiguan una importante actividad comercial, cuya intensidad creció tras la conquista de Bretaña por Claudio, en el año 43 de nuestra era. Ocupada por Aulo Plaucio, y llamada desde entonces Londinium (forma latinizada del toponimo celta señalado en etimología de Londres), la ciudad se desarrolló sobre la futura Cornhill, en la salida septentrional de un puente situado en el eje de la actual Gracechurch Street, un poco aguas abajo del puente de Londres sobre el Támesis.

Puerto , a la vez fluvial y marítimo, primera encrucijada de las calzadas de la provincia romana, Londinium se convirtió en un centro muy activo del tráfico internacional, desde los tiempos de Nerón.
Es Tácito quien para el año 60 de nuestra era la menciona como un epicentro comercial.

La revuelta de Boudicca, o Boadicea (una reina, soberana de la tribu de los Iceni), obligó al gobernador C. Suetonio Paulino a evacuar la ciudad, que fue incendiada el año 61 por cuenta de los britanos. Despoblada por la huida o el asesinato, nuevamente incendiada hacia el 120 de nuestra era, se recuperó rápidamente bajo la protección del Cripplegate Fort, incorporado a finales del siglo II a la muralla de la ciudad. El nuevo muro marcó de hecho los límites de la «City», en cuyo interior se alzaron una basilica de 500 pies de longitud, construida en el limite septentrional del forum, un templo a Mitra y dos termas. Ocupada por el «archipirata» Carausio de 286 a 293 y luego por su prefecto del pretorio Alecto de 295 a 296, fue salvada de la destrucción por Constancio Cloro, como lo testifica un medallón de oro encontrado en Beaurains, cerca de Arras, en 1922. En él aparece la ciudad de Londres bajo la forma de una mujer que saluda al césar vencedor.

Fue reforzada con bastiones construidos con los restos de tumbas o monumentos de piedra de épocas anteriores, elocuente testimonio de la inseguridad reinante en el siglo IV.

En 407, las legiones evacuaron la ciudad, que debió quedar semi-desierta durante los siglos V y VI. En 604 fue la sede de un obispado, provisto de su correspondiente catedral: San Pablo. pero en 616, coincidiendo con la muerte de Etelberto, rey de Kent, su primer titular,Mellitus (m. 624) fue expulsado por la reacción no creyente.Suplantado por Canterbury como metrópoli religiosa de Inglaterra, Londres se desarrolló básicamente como centro comercial gracias a la convergencia de las vias romanas, que hacían afluir a los comerciantes, como lo testifca la obra de Beda el Venerable y los vestigios de alfarería de Ipswich y de la región renana, descubiertos en 1962. Base de las expediciones de saqueo danesas a partir de 871-872, fue reconquistado Londres en 886 por el rey anglosajón Alfredo el Grande, que reforzó sus defensas. La ciudad, desprovista de toda autonomía municipal, ya que su administración dependía de un funcionario real, el bailío del puerto, y dividida en «sokes» o jurisdicciones privadas concedidas por el rey a eclesiásticos o laicos de alto rango, fue con frecuencia sede del Witan sajón.

Londres fue durante mucho tiempo el centro animador de la resistencia a la invasión danesa; no admitió a la ciudadanía urbana a ningún mercader de esta nacionalidad hasta la ascensión al trono del rey Canuto II el Grande, en 1017. Atrajo también a los comerciantes de Colonia y a otros mercaderes alemanes; en el siglo xi, Londres fue uno de los centros principales del comercio de la Europa noroccidental.

Londres, que pudo escapar a las consecuencias nefastas de la conquista normanda gracias a su pronta sumisión al vencedor de 1066, alcanzó en esta época mayor superficie y población. Bien defendida por la Torre blanca, edificada por orden de Guillermo I el Conquistador, que hizo de este edificio fortaleza, palacio real y prisión a la vez, la ciudad figuró desde entonces como la auténtica capital política y económica del reino.
sus notables, «los grandes barones de la ciudad» obligaron a Enrique I a poner en sus manos el arrendamiento de impuestos tanto de la ciudad como del condado de Middlesex, y autorizarles para nombrar sus propios sheriffs. Participaron en la elección de Esteban I en 1135, se asociaron bajo juramento para eliminar a la emperatriz Matilde en 1141; durante la ausencia de Ricardo Corazón de León, ayudaron a Juan sin Tierra (1167-1216) a desplazar, en 1191, al canciller William Longchamp (m. 1197), asumiendo el título de summus rector totius regni. En recompensa por estos servicios, la burguesía londinense obtuvo, ese mismo año, autorización para convertirse en municipio. La medida fue abolida por Ricardo, a su regreso de Palestina; no obstante, la ciudad fue regida en adelante por un mayor (major, alcalde) elegido, si bien obligado a prestar juramento a la corona, y por veinticuatro aldermen (uno por barrio), escogidos obligatoriamente entre los mercaderes de la ciudad, en virtud de la carta promulgada en 1911 y confirmada en 1215 y 1221. A partir de 1249, estas elecciones eran ya de por vida. En virtud de los artículos 12 y 14 de la Carta Magna de 1215 (suprimidos más tarde), el rey tenía la obligación de consultar a la ciudad antes de imponer nuevos impuestos a sus súbditos. En 1216, Londres acogió favorablemente al príncipe real Luis de Francia. Tal vez esta actitud explique el hecho de que la corona suspendiera por dos veces el «municipio» (en 1239 y 1257).