The social dilemma, mitos y realidades, comentario, opinión

The social dilemma. Estuve viendo el documental de Netflix sobre el dilema de las redes sociales. No voy a entrar en lo consabido del director y los entrevistados. Baste con decir que quienes expusieron allí su punto de vista son creíbles y tienen credibilidad en sus campos de acción.

Introducción

Por supuesto hay exageraciones o licencias cinematográficas (como cuando se antroformiza -se le da forma humana- al algoritmo de una red social) pero en esencia, la denuncia global del material es que regalamos demasiados datos a las redes sociales sin darnos cuenta (y a Google Search, Gmail, etc etc.) que el grueso de esa información se usa para predecir y, al final, vender.

El cuentecito que las redes sociales son para encontrar amigos, digamos que es la versión que se le vende a las masas; en realidad son un gran negocio, tanto para los dueños de las mismas, potenciado por las herramientas tecnológicas actuales y aun las venideras, como para las empresas que pagan para lograr sus resultados comerciales trazados.

Claro, es inevitable y hasta feo decirlo, pero muchos vivimos de esto, quienes nos dedicamos al marketing digital, somos conscientes de los algoritmos, sus perfeccionamientos, el big data, el machine learning, la Inteligencia Artificial, el uso de la información para generar patrones de comportamiento, contenido sugerido (como el mismo Netflix hace, inclusive) y tiempo de permanencia en los sitios.

Adicción

Una dependencia emocional y real del qué dirá nuestra red respecto a algo. Eso consume energía, tranquilidad y tiempo. Que Pepito tiene relación con Lucha, que Juan se separó, la foto y el tag respectivo, las notificaciones hasta porque llevamos muchas horas sin ingresar al sistema.

Salud mental comprometida

Todos llevamos en nuestro ADN cultural aquello de relacionarnos, cierto, pero cuando nos volvemos obsesivos, tan enfrascados en una realidad virtual que nos desconectamos del mundo real y de nuestras emociones nativas, de la gente cercana, familiares y amigos del entorno fáctico inmediato, entonces, empezamos a correr serio peligro.

Explotación financiera vía minería de datos

Cuando compartimos tanto, desnudamos nuestros gustos a un software sofisticado y a computadoras o servidores potentes corriendo sus programas de análisis de comportamiento que están entrenados para atraparnos en una relación bastante tóxica.

¿Por qué tóxica? Porque no somo conscientes que lo es, porque estamos tan encantados con todo lo que “nos da” o que “recibimos”, que no percibimos que trafican y sacan provecho económico, lucro de nuestra data: Ah, que a Ángel le gustan los monumentos, démosle esto o aquello que encaja en su patrón, propongamos que se junte a estos grupos, que siga a estas páginas.

Por supuesto es un escenario muy simplificado. La psicología de masas al servicio de los programadores. El resultado, que resultamos vendidos a los anunciantes.

A Facebook, Instagram o la red social que sea, no le importa qué contenido está consumiendo, dónde vive o qué cree, siempre y cuando esté regalando su tiempo a sus plataformas y ayudando a aumentar sus ingresos publicitarios.

Polarización política

Durante conflictos pasados en la historia de mi país, yo seguí muy de cerca las tendencias o hashtags en Twitter y aprendí varias cosas o, mejor, inferí muchas otras:

Las tendencias son un intento de manipular a los medios; quien controla las tendencias y/o los medios, vende; quien se vuelve tendencia, influye y dicta líneas a seguir, quienes “creemos” pie juntillas todo lo que se dice allí, perdimos, recabamos una versión distorsionada de la realidad que nos puede empujar a tomar decisiones equivocadas. Finito.

La polarización se nos vende desde los medios sociales y son tan responsables, Tirios como Troyanos, los de derecha y los de izquierda. Un trino no es un discurso coherente y completo, un estado no es un debate en regla. Los sesgos cognitivos nos perjudican.

Ahora, Internet se basa en clasificar la información con algoritmos basados ​​en me gusta, participación, comentarios compartidos, cosas así. En realidad, no sabemos distinguir, objetivamente, qué es verdad, que es falso o distorsionado. Tribalismo puro online que incentiva la división social. ¿Armas de desinformación masiva? ¿Usan botnets o cuentas falsas?

¿Qué hacer?

No se trata de salirnos del mundo, sino guardarnos de lo nocivo, que en este caso es la exageración, en tiempo y energía.Los extremos son viciosos.

Esperar que las multinacionales del entretenimiento como pueden ser los motores de búsqueda, Youtube y las redes sociales, tomen correctivos para controlar lo que se expone y a quien se muestra, cómo se hace y en qué tiempos, no va a suceder porque se daña el negocio. La autorregulación es poco probable.

¿Mecanismos gubernamentales de control ? Son deseables aunque impopulares entre los ricos inversores en Internet, que son los que patrocinan las campañas políticas de ejecutivos y legisladores.

Nosotros como consumidores podemos adoptar una actitud un tanto más crítica frente a lo que consumimos y a qué o a quién, le damos nuestra data.

Nada puede reemplazar al contacto físico a las relaciones personales de amistad y de cariño, y muchos estamos cambiando, como el perro de la fábula, el hueso por su reflejo. Debemos blindar nuestros espacios personales, reforzar nuestras amistades tradicionales y dejar de desperdiciar nuestro recurso más valioso, el tiempo, la vida, que se escapa de forma implacable.

Las noticias falsas se comparten seis veces más que las noticias reales, dice el documental, así que lo mejor es no depender de una única fuente de información para tratar de vivir, bien informados. Conozco personas que leen noticias en redes sociales y ni siquiera desde las páginas de medios reconocidos sino de los muros de otros. Es algo extremo para mi gusto.

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