El presente texto titulado los griegos, la política, la educación, es de un gran personaje, un gran amigo mío, el profesor Efraín Herrera, quien aceptó compartirlo con nosotros.
INTRODUCCIÓN
Existe una pre concepción aplicable a casi toda visión común de los griegos: que estos sólo son en la época de la democracia clásica. Esta falsa noción trae aparejadas otras igualmente erradas: No se diferencia el cúmulo de años que van desde la Grecia mítica, pasan por la época homérica, se detienen en el siglo de oro y se precipitan entre el infierno de las derrotas militares, la gloria de sus filósofos y el eclipse espectacular de Alejandro, para no referirnos a la decadencia pre imperial romana; además, no permite diferenciar entre la organización política homérica pre ateniense, la democracia clásica de la ciudad estado y el imperio de Alejandro; y por último, deja sobrenadando la idea que convierte a los griegos en un pueblo homogéneo, sin fisuras, y supremamente feliz, que vive no se sabe de qué. Si bien es cierto, para mucho de lo aquí afirmado, se pensará en lo griego como en un ente abstracto y similar en el tiempo, nuestras referencias se ubican temporalmente en la Grecia determinada por el pensamiento de los grandes filósofos: Platón y Aristóteles, siendo su pensamiento acerca del papel de la literatura y de la poesía en particular, lo que en últimas nos interese.
Partimos en este proyecto de algunas ideas base que sólo en trabajos posteriores trataremos de dilucidar, porque quizá, no exista otro mecanismo para sustentarlas en un debate.
La primera concepción afirma que la literatura toda, es necesariamente un hecho político; no hay literatura que no sea en esencia un fenómeno político; en segundo lugar, la literatura es un hecho autónomo fuera de toda ley política. Se interpreta siguiendo sus propias leyes. En tercer lugar, la literatura debe ser comprometida, cualquier otra manera de verla es traicionarla. En cuarto y último lugar, y aunque parezca un lugar común, la literatura es ante todo literatura.
Esta es la problemática a discutir hasta ahora, de manera abstracta, fuera de toda experiencia histórica.
La idea es verla en lo concreto al analizar autores y obras específicas. Partimos del pensamiento griego, de Platón y Aristóteles, porque en ellos encontramos pensamiento modélico, formas y propuestas que aún hoy son retomadas como recursos útiles en la formación de un escritor ciudadano demócrata.
Es necesario tener presente en esta introducción, la importancia pedagógica y por tanto, política de lo que está en juego. Trabajamos con pensamientos formadores, o mejor, pensamientos forjadores de hombres, con ideas constructoras de futuro.
LA FILOSOFÍA GRIEGA: PLATÓN
Afirmar que Platón es ubicado como uno de los más grandes enemigos de la literatura, fuera de ser un lugar común, es también, una verdad a medias. Si bien es cierto, sobre el dintel de la entrada a su Academia, sobresalía la afirmación de que nadie debía pasar por allí si no amaba las matemáticas y en particular la geometría, en ninguna parte aparecía mención alguna que expulsara a los poetas. Sin embargo, no puede negarse que en su República, no les brinda un buen lugar a los constructores de versos, leyendas o comedias. A contramano, Aristóteles se levanta como la respuesta a su maestro. Su Poética aparece como la defensa de la poesía. Así son vistos de manera tradicional.
Lo curioso del asunto es que las ideas más específicas de Platón acerca de la literatura, no aparecen en un diálogo sobre las formas de pasar los ratos de ocio, como podría ser el caso de los poetas, de los comediantes o de los cómicos; sino, en la obra sobre política más reconocida de Platón: La República. Allí la literatura aparece vinculada con la política y con la pedagogía, con el arte y la profesión de producir ciudadanos de bien. Su perspectiva es una relación de la literatura con la política, no la literatura pura. Pero, existen obras anteriores a la República en donde la literatura y la poesía en especial son tratadas de manera distinta. En el diálogo Ion o de la poesía, la poesía es en esencia de inspiración divina. Es la expresión de un “furor poético”, el cual se presta al menos para dos interpretaciones: en primer lugar, la desarrollada por la filología moderna. Si la poesía es el producto de la inspiración divina, el poeta (los poetas) no sólo no son nada, sino que, son ignorantes, no saben nada. Lo que dicen tiene sentido porque están “ocupados”, “poseídos” por la inspiración. Aquí, Platón se nos presenta manejando una deliciosa ironía en donde el objeto de sus dardos no es la poesía, sino, los poetas. Los poetas no son nada, la poesía por su origen irracional es opuesta a la razón humana. Platón se desposa con la razón. En esencia esta es la interpretación filológica moderna.
Pero existe otra forma de mirar el asunto: la conocida como interpretación histórica. Para sus seguidores, el caso en modo alguno tiene que ver con la ironía. La inspiración divina era la carta de nobleza de la poesía; esta, en verdad era algo divino. Los primeros autores cristianos se relacionaron con la herencia griega, la cual estaba ligada con el paganismo, falso a priori, para ellos. Los primeros cristianos rechazaron esta literatura por pagana.
En un nivel diferente, al convertirse los primeros eruditos, el problema fue otro. El aporte del paganismo tenía un valor cultural intrínseco. La literatura contenía la historia cultural. No se podía arrancar de cero, había que aprovecharla. ¿Cómo conciliar paganismo e historia en la fe cristiana?
Un primer elemento fue el concepto de la poesía como inspiración divina. No siendo la fe revelada (Sagradas escrituras), sí contenía premoniciones de la verdad. En el interior de los mitos estaban los núcleos de las verdades. En segundo lugar, los cristianos usaron la llamada “poética teológica”. La poesía no era mala en sí. En el antiguo testamento se encontraban libros de poesía (Job, Los Salmos). Si era mala, ¿cómo estaban allí? Con este argumento se rescataba la teoría platónica. Como discurso llegó hasta bien avanzado el siglo XVIII. De esta manera, Platón pasa de detractor a defensor de la poesía.
En “El Banquete”, un diálogo que debió llamarse La sexualidad, El amor o Las libaciones, pues de la comida es de lo que menos se habla, encontramos la idea de que todo hombre aspira a la inmortalidad. Los hombres brutos lo hacen a través de la reproducción procreación. Otros por medio de la poesía y la ley. Desarrollando estas, el hombre alcanza un nivel más alto de inmortalidad.
La poesía sería consecuencia del deseo fundamental de inmortalizarse, siendo la posibilidad más elevada de satisfacer este deseo innato. Este argumento no vuelve a aparecer en su obra. Los elementos anteriormente descritos, configuran el núcleo de la concepción platónica acerca de la poesía y son esenciales para comprender el desarrollo por él planteado en su obra La República.
Platón era un amante de la poesía. Ese era el fondo real de su actitud. Casi podríamos decir que arguyó contra sí mismo, cosa no extraña, en el mejor de los discípulos de Sócrates.
En La República encontramos una teoría utópica. Aquí se nos presentan los requisitos para la caracterización de un estado que no ha existido jamás y que jamás existirá. Nos informa sobre cómo debería ser la educación, o quizá, mejor, la pedagogía, proceso que es considerado como fundamental. La República es considerada como el primer tratado de pedagogía. La necesaria reforma política que requiere, según Platón, la malparada sociedad ateniense, que no griega, asociación que históricamente nunca existió, residiría en la educación. La relación: política, ciudadanía y democracia según Platón en La República, pasaba por la educación. Quien mejor lo comprendió, no fue un griego sino un lacedemonio, Filipo, quien entregó a su hijo Alejandro en manos del mejor pedagogo posible: Aristóteles. Infortunadamente la ciudad Estado no resistió sus alcances y se perdió como pesadilla imperial de una fiebre adquirida en un pequeño y perdido villorrio asiático. ¿Sobre qué presupuestos se fundaba el pensamiento pedagógico platónico? Tres parecían ser los argumentos centrales:
1) El hombre está abierto a influencias ajenas: es maleable. Educable dirían hoy nuestros asesores pedagógicos.
2) El maestro no tiene que enseñar a ver, debe dirigir la mirada. Lo importante para la educación es el ambiente; si el educando ve buenos ejemplos, se inspira en buenas acciones, será bueno; de otra manera, se torcerá y terminará como excrecencia si no como traidor a su comunidad. (Esto debe desarrollarse caracterizando el ideal de hombre de la ciudad Estado). Y,
3) Educación es ante todo una formación del carácter. A diferencia de lo que nos es común hoy, en nuestro quehacer pedagógico utilitario modernizante, que no moderno, para Platón la enseñanza de conocimientos concretos es secundaria; secundaria que no inútil como algunos otros querrían.
Lo primero, lo esencial para construir ciudadanos es la formación ético moral del carácter. Aquí son importantes las artes y en ellas la poesía. Las ironías propuestas desde la Apología de Sócrates hasta La República misma, no son más que inteligente defensas del arte poética y de la literatura.
A partir de un Estado concreto, se propone uno ideal, llegándose a él por la educación, no por la reforma o la revolución. Sólo gracias a la educación, incluidas en ella las artes que no son sólo las bellas, sino, también y en grado sumo las necesarias, que lo son todas, y dentro de ellas, las más necesarias, las imaginarias creadoras poéticas, si Castoria-dis nos lo permite. Platón distingue tres clases o estamentos sociales; siendo su preocupación esencial la del sector de los guerreros, guardianes o defensores. Algo así como policías y militares, sin cargar con el lastre del terrorismo de Estado contemporáneo. Su función es defender la ciudad Estado contra enemigos externos e imponer el orden en el interior. Sus miembros deben reunir-satisfacer dos calidades opuestas. Tienen que ser fieras terribles contra los enemigos externos por un lado, y por otro, mansos defensores de la ley y hermanos del ciudadano respetuoso de la comunidad. Esto no podría ser sin una muy particular y especial educación. Ahí es donde la literatura y la poesía parecen salirse del proyecto platónico de sociedad. La justicia es buena pero difícil, la injusticia es mala en sí, pero cuando se impone brinda buenos resultados. Es a partir de esta discusión desde donde se pretende construir el Estado ideal. ¿Cómo educar a los defensores? Los poetas presentan a los jóvenes el ejemplo de que la vida de los injustos es mucho más fácil. (República, Libro II). Refiriéndose a Homero y a Hesíodo, dice que las fábulas no son verdaderas, que son mentirosas.
LA CENSURA Y LOS INICIADOS
Las fábulas no deben ser conocidas por todo el mundo, son para un círculo reducido. Esta práctica se extiende desde Platón hasta ahora (educación para la minoría de edad Kant). Los dictadores impiden que todos tengan acceso a las obras (índices, censores, incineración de obras, etc.). Aquí encontramos la raíz de la normativa poética. La escritura no debe referirse a lo ocurrido, sino a cómo debería ser. Se cambia una mentira por otra. Este mundo tampoco se va a corresponder con la realidad. El poeta debe crear los modelos para los niños y en extensión, para los defensores.
En este debate se presentan dos series de argumentos:
1) Lo que se dice de los dioses es falso
2) Los mitos y los poemas pueden encubrir alguna verdad. La poesía es una hermosa cobertura que cubre verdades filosóficas.
A Platón no le interesa, pues, los niños no serán capaces de escoger. Es peligroso. En el plano histórico, la historia está llena de hechos que no son necesariamente ejemplificantes. Son malos ejemplos y el niño puede guiarse por ellos. Por eso hay que desecharlos. El poeta debe presentar modelos de comportamiento ideal. Toda poética normativa prescribe lo que debe escribirse e induce necesariamente a la mentira. (Hasta aquí el libro II). Estos elementos son centrales para la interpretación del Libro III de La República, el cual es la base de la argumentación posterior.
Si el justo la pasa muy difícil y el injusto la pasa bien, esto no debe ser tema de los poetas sea verdad o no. Al analizar las narraciones, encuentra tres tipologías a saber: La narración simple, la narración imitativa y, la compuesta de una y otra o mixta. Parte de la imitación estricta, en sentido poético, a una en un sentido más amplio. La plantea como peligrosa. Es un valor secundario. Su valor depende de lo imitado. Presenta los valores que no deben imitarse. Para el hombre libre era prohibido trabajar. El artesano entonces no es un buen ejemplo. Propugna por la narración simple, pero reconoce la importancia de la narración mixta. No hay un rechazo de toda la poesía. Rechaza la forma poética imitativa: el teatro. ¿Qué significa imitación?[2] El origen de esta palabra no es griego. Es una palabra proveniente de la Grecia italiana, de Sicilia: mimesis. Estrictamente era la representación de una obra de teatro, en un sentido más amplio, copiar la acción de cualquier hombre y en uno mucho más amplio, copiar alguna cosa o acción. La comprensión de lo dicho por Platón depende de cómo la use, de qué sentido quiera darle a la expresión.
Los poetas deben presentar un modelo de buenas costumbres, algo similar debe hacerse con las otras artes. Imitación para Platón es toda poesía, todo arte. Lo dramático se rechaza porque es imitación de acciones mixtas buenas o malas. Sólo se admite la narración simple, donde habla el poeta por su propia cuenta, que
es también imitación pero restringida; pero, esta imitación no puede ser de lo real, de la vida tal como es, sino, de modelos ideales, de lo bello y lo bueno. Esto es consecuencia de los presupuestos sobre educación. El niño es maleable e impresionable, por tanto, deben presentársele ejemplos buenos, no malos. Por eso rechaza a los imitadores indiscriminados, no a todos. Admite los imitadores de lo bueno y lo bello. Este es el principio de la normativa. Pero ¿quién dice qué es lo bueno o lo malo, qué lo bello o lo feo? El Estado compuesto por sabios y filósofos. Ellos pueden ser tiranos también. En este aspecto puede sustentarse el autoritarismo.
En este caso la discusión no se plantea en el plano estético, sino, como expresión del arte como instrumento de la educación y de la política. Es consecuencia de la utilización del arte para la educación de los niños en general y en particular para aquellos niños que están destinados a ser defensores o guerreros. Platón retoma la polémica en el libro X. Se supone que este libro se añadió posteriormente como respuesta a La Poética de Aristóteles. La narración es distinguida de la imitación: teatro; de la forma mixta: epopeya. En sentido estricto, la imitación es acción teatral, en uno amplio es toda manera de acción y en uno mucho más amplio, lo es sobre toda la naturaleza, se equipara a la poesía en general. Imita acciones o fenómenos naturales.
Como imitación de lo real la poesía es peligrosa. Esto resume lo planteado en los libros II y III. En el libro X, Platón retoma la problemática sobre la poesía, y después de hacer una distinción de las partes del alma, procede a re argumentar contra la poesía: Reconoce la belleza de la poesía y comienza criticando la imitación. Introduce una nueva argumentación, estableciendo tres grados de verdad:
1) Las ideas: la verdad máxima, esencial. Obras de dios supremo creador.
2) Los objetos concretos. Producto de artesanos, obreros. Imitadores.
3) Los pintores y los artistas, imitadores de tercer grado. Esta situación es también la de los poetas. Su obra está muy alejada de la verdad.
En segundo lugar, Platón introduce la relación oposición entre razón y engaño. La razón se identifica con la idea de dios, es la parte más elevada del alma. La facultad opuesta es la parte inferior del alma, los sentidos. Estos últimos se relacionan con las artes.
El hombre tiende a imitar y se apasiona por la parte más oscura, más mala de su ser. En la literatura los ejemplos son muchos. No sólo en la literatura griega con Homero a la delantera, sino con Shakespeare y sus Macbeth, y el mercader o el moro, pero también Dostoyevsky, Cervantes, etc. Se busca agradar a la parte débil del alma. Por eso debe negársele la entrada en el Estado perfecto. Se imitaría eso y no lo que apela a la razón, parte que como ya se dijo, es la más elevada del alma. Pero aún más, la poesía no sólo corrompe a los infantes, sino, también pone en peligro a los hombres sabios y discretos.
El espectador lector se conmueve más con las debilidades de los actores que con sus aspectos más dignos. La literatura nos lleva a un juicio falso de lo real. La poesía seduce a la conmiseración por los instintos bajos del alma, las pasiones, la risa. Esta última aparece de manera secundaria.
Esto parece estar relacionado con el hecho de que, como puede verse de manera genial en Umberto Eco y su Nombre de la rosa, la segunda parte de La Poética de Aristóteles aparentemente se refería a la risa y a la comedia. Para Platón sólo son aceptables los himnos a los dioses y los homenajes a los grandes hombres. Es inadmisible aceptar la “musa voluptuosa”.
Las artes se dirigen a lo que el hombre tiene de más malo. En ese sentido la poesía es opuesta a la razón. Por eso es expulsada del Estado ideal.
Hecha la reseña de los argumentos platónicos sobre las artes y la poesía, intentaremos en muy corto espacio mostrar la posición de Aristóteles sobre el mismo tema. Aristóteles asume su actitud crítica en La Poética, obra en la que es necesario aclarar, nunca menciona en forma negativa a su maestro, actitud esta que caracteriza toda su obra: el profundo respeto a Platón.
El caso es que para Aristóteles, se había atribuido demasiada importancia a la poesía en la obra platónica.
La poesía no tenía tanta capacidad corruptora como lo afirmaba Platón en sus diálogos. La Poética se introdujo inicialmente en Europa a través de la versión mutilada de Averroes y fue sólo en el siglo XV cuando se conoció en su totalidad, siendo decisiva para la historia de las ideas estéticas hasta bien entrado el siglo XIX. Platón relaciona el hecho poético con las normas éticas. Aristóteles tan sólo realiza descripciones, nunca hace evaluaciones sobre el tema. Empieza con la imitación. Para él, en esencia, es eso la poesía: imitación. El objeto de la imitación es la acción; y eso es poesía para Aristóteles en segundo lugar. En La Poética es claro que la poesía es acción e imitación: nada más. No hay juicios éticos o morales sobre ella. En tercer lugar, la imitación es algo innato en el hombre, siendo así, la base de la educación. Nos agrada la reproducción de aspectos desagradables de la realidad. Este mismo argumento en Platón sería negativo para la poesía. La poesía nace de un principio innato, la imitación, principio además por el cual el hombre aprende. Aquí sólo hallamos descripciones. Las cosas son así. No hay que juzgar. De lo más discutido en la estética, es el concepto de la catarsis o purificación moral. Término medio entre la conmiseración y el terror, en el cual los afectos ofrecen estados de pureza. Para Platón eran condenables pues seducían a los hombres. Pertenecían a la parte baja del alma. ¿Qué se purifica? Ese es el problema. Lo importante, la imitación de las pasiones no seduce sino que purifica. La fortuna, el cambio de ella, es el núcleo de cada tragedia. Son posibles diversos cambios; incluso el que teme Platón; pero, un hombre bueno que cae en desgracia y se desvía hacia el mal y la corrupción, no genera ni temor ni compasión: solamente repugnancia. Los malos que terminan reconocidos y halagados son muy raros. Esos casos apologéticos de la maldad son muy escasos. El hombre medio, el que atrae y es simpático, cuando cae en desgracia, lo hace por inadvertencia, y esto es comprensible aún para los niños. Se equivocó. Para Platón hay un abismo entre razón y pasión; en cambio, Aristóteles echa un puente. En el hombre hay de bueno y de malo. No es bueno ni malo. El arte se dirige a éste hombre. Esa es la respuesta de Aristóteles a la argumentación moral de Platón. Pero aún queda en el aire el problema de la verdad. Para enfrentarlo Aristóteles compara poesía e historia y afirma que el historiador dice las cosas como pasaron. En cambio el poeta, como quisiera que hubieran pasado. Según esto, la poesía es más verdadera y más universal, en el sentido de filosófica, que la historia. El poeta al ser libre de escribir las cosas tal como las imagina puede llegar a la verdad íntima de las cosas. El historiador está limitado por la particularidad, no pudiéndose dedicar a la filosofía, de la cual, por desgracia están exentas las cosas, los hechos particulares. El poeta sí puede: es más verdadero.
En este sentido la verdad para Aristóteles se confunde con la filosofía.
Para terminar, Aristóteles hace una última defensa de la poesía en el sentido de afirmarla como invención, como creación. Podría pensarse que esta es una apelación a argumentos ético morales. Eso queda al gusto del lector.
Del mismo autor: Ibague, de la ambigüedad al modernismo
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA
ARISTÓTELES. Obras completas. Dos tomos. Editorial Aguilar S. A. de Ediciones. Madrid. 1953.
ECO, Umberto. El nombre de la rosa. RBA Editores, S.A. Barcelona 1994
MANFREDI, Valerio Massimo. Aléxandros. El hijo del sueño. Las arenas de Amón. El confín del mundo. Tres volúmenes. Grijalbo, Barcelona, 1999.
PLATÓN. Diálogos. Cuatro tomos. Ediciones Universales. Bogotá. Sin fecha.
PLATÓN. Diálogos. Editorial Porrúa, SA. México, 1979
RAMÍREZ, Fabio. Las formas del saber según Aristóteles. Documento de trabajo. Mimeo. Bogotá, 2000.
ROSS, David. Aristóteles. Cruz del Sur. Buenos Aires. 1957.SABINE, George H. Historia de la teoría Política. Fondo de Cultura Económica de México. México, 1984.
[1] Aquelarre. Revista semestral del Centro Cultural de la Universidad del Tolima. No1. Edición Enero –Junio 2002, páginas 19-24.
[2] Acción de imitar (del lat. «imitäri») tr. Hacer una cosa copiando de otra o inspirándose en otra, o hacer algo del mismo modo que lo hace otro.
Ediciones 2011-18-19