¿La leche es mala para el hígado?

¿La leche es mala para el hígado? El hígado tiene un papel importante para nuestro organismo, ya que se encarga de filtrar y desintoxicar todas las sustancias que circulan en nuestra sangre, así como descomponer las grasas para que sean absorbidas posteriormente de forma correcta.

Esto es posible a través de la bilis que segrega, donde son realizados todos estos procesos. El buen funcionamiento del hígado es, en este sentido, clave para la purificación de diferentes sustancias que circulan en nuestro organismo. No obstante, la responsabilidad no recae por completo en el hígado, sino también en nuestra dieta.

La leche es mala para el hígado
La leche es mala para el hígado

Algunos alimentos y bebidas pueden ejercer mayores influencias sobre el hígado. Y, en este artículo, conoceremos todo sobre la leche y cómo puede incidir sobre este órgano. A continuación, entenderás cómo trata este lácteo al desintoxicador de tu organismo.  

Las grasas saturadas sobre el hígado

Nuestro primer paso consiste en comprender cuál es el efecto que tienen las grasas saturadas sobre el hígado. Al respecto, debemos saber que estas grasas pueden provocar daño a las células del hígado, así como inflamación en el mismo. Como consecuencia, comienzan a notarse algunos cambios en el organismo, como obesidad y también, fibrosis hepática.

Es por esto que siempre se recomienda regular el consumo de grasas saturadas, ya que esto puede afectar de manera negativa el hígado. Los lácteos, como podemos inferir, suelen contener grasas saturadas, por lo que su ingesta debe ser mesurada, sobre todo si se trata de personas con antecedentes hepáticos.

Al hablar de grasas saturadas, es imposible no destacar la presencia del colesterol LDL (denominado colesterol malo), el cual también implicará al paciente otra variedad de enfermedades del tipo cardíacas. Adicionalmente, el consumo de grasas saturadas puede provocar resistencia a la insulina, afectando directamente al hígado graso.  

Grasas trans: La leche es mala para el hígado

Por su parte, las grasas trans tienen un efecto similar al de las grasas saturadas en el hígado, pero en mayor medida. Como consecuencia de esto, su consumo puede evocar con mayor rapidez enfermedades del tipo coronarias, así como daños al hígado por el aumento del colesterol inclusive.

Alteran la microbiota, lo que produce una mayor acumulación de grasa en el hígado. Las grasas trans también pueden responsabilizarse por aumentar la inflamación intestinal, alterando el peso corporal del paciente.

El hígado graso

Frente a un consumo desmedido de grasas saturadas, se produce el hígado graso. Una afección que consiste, como su nombre lo indica, en la presencia de grasa en el interior del hígado, lo que puede dar pie a enfermedades más complejas.

Existen dos tipos de hígados grasos, el hígado graso con alcohol y el hígado graso sin alcohol. Ninguna de las dos afecciones presenta un síntoma “visible”, por lo que no suelen ser diagnosticadas a tiempo oportuno.

¿Dónde figura la leche en todo esto?

Es imposible entender las implicaciones de la leche sobre el hígado sin antes saber cómo las grasas saturadas y el colesterol adquieren un papel en todo este proceso. Sobre los lácteos, específicamente, la leche, hay que tener en cuenta que existen múltiples variedades de leche hoy por hoy.

Leche según materia grasa

Para consumir leche, una persona tiene varias opciones, sobre todo si hay una enfermedad de por medio, donde sea importante regular la presencia de algunos componentes. La primera clasificación que encontraremos es:

  1. Leche completa: Esta contiene aproximadamente un 4% de materia grasa.
  2. Leche semidescremada: También llamada semidesnatada, la cual tiene hasta un máximo de 2% de materia grasa.
  3. Leche descremada: Su composición no llega ni a 1% de materia grasa, siendo la más ligera de las tres en grasas saturadas.

Las personas con hígado graso deberán tomar leche descremada, ya que esto les permitirá recortar la mayor cantidad de grasas saturadas que ingresa a su organismo. Con esto, se reducen las posibilidades de padecer patologías hepáticas y de aumentar el colesterol, el cual evoca otra variedad de padecimientos.

A un nivel más general, el consumo de lácteos deberá ser valorado bajo esta misma óptica. Mientras más ligeros sean en grasas saturadas, menor daño ocasionarán al hígado, evitando cualquier tipo de daño

Un órgano asintomático

Uno de los aspectos más delicados de la salud del hígado responde a su cualidad asintomática. Una persona puede presentar hígado graso sin percatarse de ello precisamente. Solo cuando se presentan daños colaterales, o cuando hablamos de enfermedades avanzadas, es que suele percatarse la afección del hígado graso.

De este punto, es importante llevar a la reflexión la importancia de una dieta sana, donde controlemos los niveles de colesterol y grasas (trans o saturadas) presentes en nuestros alimentos. Las enfermedades marcan un punto de límite con respecto a un trastorno en nuestro organismo o estilo de vida.

La alimentación es, sin duda, uno de estos aspectos a considerar. Por lo tanto, debemos ser muy precavidos en cuanto a nuestra alimentación, aunque no estemos experimentando algún tipo de padecimiento.  

No todo es daño al hígado

Es importante saber que la leche no debe considerarse como un agente netamente dañino para nuestro organismo. Son muchas las consideraciones que debemos realizar antes de llegar a una conclusión:

  1. El problema puede estar en los excesos: Ya sea que hablemos de leche, agua o frutas, los excesos no dejan de ser dañinos en este caso. Un vaso de leche no dañará a nadie, pero quizás 6 vasos sí. Es ahí donde debemos prestar atención.
  2. Todo puede ajustarse a nuestra dieta: Del mismo modo en el que podemos encontrar leches según su contenido graso, podemos encontrar leche de origen vegetal, lo que también resulta de ayuda para personas con afecciones estomacales en pleno desarrollo. Leche de soya, leche de almendras, etc.
  3. La leche también aporta: No deja de ser cierto que la leche también puede favorecer de alguna manera al hígado. Por ejemplo, se sabe que esta también ayuda a desintoxicar algunas estructuras de nuestro organismo, así como a regular la microflora intestinal a través de la lactosa y la lisozima.

Finalmente, ¿la leche es mala para el hígado?

Tomar leche no resultará en daños inmediatos o crónicos, pero hacerlo sin entender los límites de nuestra salud, sí. Valoremos el chequeo de un especialista, quien sabrá orientarnos en cuanto a lo que podemos consumir y en qué medida.

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Referencias: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34534894/