Novela histórica

La novela histórica me atrapó, considero sin temor a equivocarme, desde cuando aprendí a leer y pasaba tardes completas sentado en el marco de la ventana de mi habitación imaginando los relatos del Antiguo Testamento de forma más fluida.

Pero tal vez algo de culpa en que el género me agrade, radica en la lectura casual que hice de Shinué El Egipcio, el episodio del Bismark, El Etrusco, Yo Claudio, Sangre Azteca, etc. Creo que el encanto de la novela histórica radica en que te dice episodios reales de personajes y tiempos concretos, adosados e hilvanados con ficción alrededor de los mismos, dentro de la misma línea, me explico, no basta con saber que un héroe nació y vivió en tales parajes y nada más, es lógico suponer que tuvo una familia, que estudió alguna cosa por elemental que fuese, se tuvo que haber enamorado o encaprichado de una afición, etc. Detalles, minucias, algo de infidencia así solo fuese fantasía direccionada por un argumento histórico.

La virtud que tiene la ficción, pero sobre todo la novela histórica, es que invita a soñar, se aprende historia y enriquecemos nuestro vocabulario. No sucede igual con el cine, otro lenguaje diferente que a veces intenta presentar argumentos extraídos de nuestra amadas novelas históricas, que si bien puede alimentar nuestra imaginación, la limita, pues entrega su «producto» listo para consumir: ejemplo, un árbol de cerezo con sus frutos a medio madurar, leído puede sugerirnos una imagen particular que si lo vemos como el director nos lo quiere hacer ver en su película. Y así sucesivamente.

La novela histórica se niega a morir pese a los adelantos tecnológicos y los vocingleros geeks que se arraciman frente a sus computadoras. Y no muere porque historias tiene su encanto y a todos los niños y a quienes no perdemos esa particularidad curiosa de los niños, nos agrada que nos narren sucesos, que se explayen los comentarios en torno a un personaje real, que existió, sudó, comió y acertó en contadas ocasiones, pero también se equivocó en otras tantas.

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