La adicción al queso

La adicción al queso es real gracias a las casomorfinas, fragmentos proteínicos, derivadas de la digestión de la proteína de la leche (caseína). Tienen un efecto opioide (cualidades semejantes al opio, fármacos más antiguos de la civilización) lo que conduce a una dependencia que si se interrumpe su suministro causa síndromes de abstinencia.

La caseína es un tema candente para los veganos y las personas vegetarianas. Esta proteína se descompone en el estómago y produce esta sustancia, casomorfina, que actúa como un liberador de histamina, que es otro de los motivos porqué muchas personas en el orbe son alérgicos a los productos lácteos (cerca del 70%).

En condiciones normales se toman unos 10 libras de leche para hacer una libra de queso; la mayor parte de agua se elimina y queda caseína y grasa concentrada, motivo por el cual este producto posee altos niveles de opiáceos, incluso morfina.

Un momento, ¿podemos explicar esto desde el punto evolutivo? Es decir, ¿en qué momento los opiáceos se metieron en la leche materna de un mamífero? Al parecer estas sustancias producen una sensación de bienestar en los bebés, un efecto calmante, lo que estrecha los lazos entre madre e hijo.

Al igual que la heroína, las casomorfinas originan movimientos intestinales lentos causando estreñimiento.

¿Cuando se descubrió este tipo de sustancias, las casomorfinas? En 1981 un grupo de científicos de Carolina del norte lo hizo, no solo en la leche de vaca sino también en la humana.

Los terneros y los bebés no son los únicos que, de alguna manera están al tanto de esta información. También la manejan los fabricantes y comercializadores de lácteos y por eso nos bombardean con variedades y ofertas en torno a los derivados de la leche. Tan es así, que en las comidas rápidas no puede faltar este ingrediente, que se ha convertido en la dieta norteamericana en la fuente número uno de grasas saturadas.

¿Comprende porqué nos gusta tanto el queso?

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